El verano mediterráneo no es tranquilo

Simplificando, se puede decir que la estación calurosa corresponde a la sequía y que la estación fría es normalmente la lluviosa», así resumía el ilustre geógrafo y humanista francés Pierre Deffontaines, en su Mediterráneo, el ritmo anual del clima en la cuenca mediterránea. El verano mediterráneo, normalmente, se vincula con altas temperaturas „y esto es cierto„, con falta de lluvias, con estabilidad por instalación casi permanente del Anticiclón de Azores. Esto último es matizable. Falta de lluvias no significa tranquilidad atmosférica. El verano mediterráneo es bastante movido. Es cierto que los días con anticiclón y aire sahariano en capas bajas son frecuentes; pero se desarrollan vientos intensos de levante que generan oleajes molestos para el baño, nubosidad estratiforme síntoma de condensación del cálido vapor de agua que desprende el propio mar Mediterráneo y, a veces, fuertes tormentas en áreas de montaña o en la propia franja litoral debido a la presencia de aire frío en capas altas (vaguadas, sectores de advección de vorticidad). El verano mediterráneo no es tranquilo. Es caluroso; bochornoso en las localidades de la costa; urente cuando descienden ponientes desde la Meseta hacia el mar; peligroso para nuestro monte mediterráneo que tanto cuesta desarrollar. Y con todo, el clima mediterráneo, en verano, ha permitido el desarrollo de una actividad económica que es un eje básico para nuestro desarrollo: el turismo de sol y playa. El ser humano se adapta a casi todo; incluso a la falta de tranquilidad atmosférica durante el verano mediterráneo.