Primeras tormentas de final de verano y primeros mensajes exagerados en todas las televisiones: «Gota fría en el Mediterráneo», «lluvias torrenciales», «peligro de inundaciones» hemos escuchado estos días con toda suerte de explicaciones del fenómeno. Lo cierto es que apenas hemos tenido una vaguada de aire frío, no muy intensa, que ha ocasionado algunas tormentas intensas. Y poco más. El mar Mediterráneo frente a nuestras costas está ahora muy cálido cualquier atisbo de inestabilidad en la atmósfera se resuelve con la formación de grandes cumulonimbos que dejan lluvia o granizo en cuantía moderada, pero en muy pocos minutos. Nada que ver con una situación de «gota fría». En contraste, las tierras del Galicia y del litoral cantábrico disfrutan de unos días de verdadero verano, con sol y temperaturas cálidas a mediodía. Y los habituales incendios provocados que destrozan salvajemente sus montes. Se invierten las condiciones meteorológicas habituales en las tierras ibéricas, pero esto no es nada raro. Significa que la atmósfera comienza a moverse a finales de la época estival. El dominio anticiclónico y las invasiones de aire sahariano pierden protagonismo. Y las masas de aire frío comienzan, tímidamente, a descender hacia las latitudes mediterráneas en una suerte de vaivén que, como respuesta, permite al aire tropical ascender por el oeste peninsular. Se altera la circulación atmosférica, como suele ocurrir todos los años por estas fechas. Comienza un período de «paroxismo» que nos obliga, en el litoral mediterráneo, a estar vigilantes hasta finales de noviembre por el riesgo de desarrollo de verdaderas «gotas frías». Esto sólo ha sido un anticipo suave.

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