Los recientes acontecimientos en la cornisa norte de África despiertan en la ciudadanía sentimientos ambivalentes. Terribles son las imágenes mostradas por los medios, con miles de personas sufriendo penalidades sin fin, cuando no el exterminio sin mas. Sin embargo, por crueles que sean estas imágenes, no deberían mermar nuestra capacidad de análisis. ¿Qué nos jugamos en esta guerra? A fuer de simplificar, la laicidad del Estado y el respeto a las religiones (todas) siempre y cuando su práctica se mantenga en el terreno de lo privado. Ninguna religión puede arrogarse el derecho de la posesión del estado y sus poderes. Neguemos pues la mayor. No se puede ser demócrata con grupos fundamentalistas a los cuales no les tiembla la mano a la hora de aniquilar «infieles». Creo que lo ocurrido en Egipto, el fiasco de Libia en el que los llamados patriotas asesinaron al embajador de Estados Unidos (el cual, cándidamente, los había armado) y, en menor medida, los acontecimientos de Túnez, hablan por si solos.

Ahora le toca el turno a Siria, sobre cuyo presidente ha caído la sospecha de haber utilizado ni más ni menos que armamento químico para aniquilar a su pueblo. ¿Alguien recuerda el supuesto genocidio de Kosovo y los «humanitarios» bombardeos que sufrió el pueblo serbio? ¿O prefieren recordar el espinoso asunto de las armas de «destrucción masiva» en Irak? Sí, ya sé que lo sienten mucho y que no volverá a ocurrir. Sin embargo, cazabombarderos españoles de la OTAN («de entrada no») bombardearon Serbia, impusieron la zona de exclusión aérea en Libia, etcétera.

Pero volvamos al meollo de la cuestión. al Asad ha sido oficialmente clasificado como tirano y se le atribuyen crímenes contra la humanidad ¡Con ese sanbenito, mal lo tiene! Mal está el usar armas de cualquier tipo, pero ¿químicas? ¡Hasta ahí podíamos llegar! Es menester iniciar rápidamente la pacificación de ese país; y es sabido que el pacificador, cuando pacifica tira a ¡pacificar! (Mario Benedetti: Oda a la pacificación, 1999) Veamos si no, los resultados de esta noble tarea en Serbia, Afganistán, Irak, etcétera. Todo este círculo de engaños lo lideran países que arrasaron Dresde, aniquilaron Hiroshima y Nagasaki durante la II Guerra Mundial y fumigaron Laos, Camboya y Vietnam con napalm no hace tantos años.

¿Física o química? ¿Verdad o mentira? Lo único cierto es que esta guerra enriquece a los fabricantes de armas a los cuales no les quita el sueño el que estas sean físicas o químicas siempre y cuando se utilicen. En el trasfondo una guerra geoestratégica que apenas comienza. ¡No nos tomen el pelo más de lo necesario, por favor!