Ignoro si ciertas noticias cobran un cariz fúnebre o festivo. Miren, si no ustedes este titular: «La venta de alimentos pasados de fecha ya es legal en Grecia». El estupor que causa tal información bloquea la psicología de cualquiera, incluso en un lerdo como yo. ¿Salto de alegría?, ¡por fin es posible la ingesta de alimentos caducados! ¡Ya era hora! ¡Celebrémoslo! O, ¿me encabrono?, ¿acaso es el individuo una inmunda rata de cloaca? ¿Comer yo alimentos al límite? ¡Habráse visto! La expresión «al límite» ya chirría en sí misma, suena rara: «amar al límite», «hipotecarse al límite», «sexo al límite»€ No convence, vamos. Así que ahora nos venden otra burra eufemística (pero caducada).

A mí esto me da mal rollo, la verdad. De entrada, recuerda penurias familiares: «La abuela Asunción nunca tenía dinero para un bollet de xocolate», lamenta a menudo la madre que me parió (de temperamento griego, pues su perspectiva vital es toda una tragedia). La merienda en su infancia era utopía. Y una injusticia genealógica en toda regla que así fuera. Pero mira por dónde, la Europa de Merkel la tiparraca, repesca estas miserias, pues, ¿qué se espera y pretende con esta chaladura? Se inicia así la era del «límite»: restaurantes de comida caducada, colegios caducados, venta de coches con la ITV caducada€

Tiene narices que los conceptos, como la vida, mutan según la jodida realidad. El término «caducado» preña todo de desprestigio: un profesor caducado es obsoleto, un dinosaurio en las aulas (válgame la redundancia); un cantante caducado se nutre de un repertorio trasnochado. En cambio ahora se asocia la caducidad al baratillo, al low cost, las rebajas, la oportunidad del siglo€ En breve, los médicos griegos recomendarán alimentarse de alimentos pasados de fecha: «no sea tiquismiquis, tómese el yogur con moho para desoxidar el organismo», dirán sin reparo. La cosa es que los tunantes del discurso oficial vendan la mierda „la suya, claro está„como oro en paño.

¿Y saben que es lo peor? ¡Que ocurre en Grecia! Pase que se tratase de España o Italia, países descafeinados, descerebrados, con poco pueblo y mucha masa. Pero, ¿mi Grecia? Oigan, ¡un respeto a mi cultura ancestral! En la civilización ateniense, cuna de la democracia, casa de Sócrates, génesis de la filosofía, el vino griego de José Vélez, la tierra de la moussaka€ ¡Por favor! ¿Adónde va a parar este mundo? La respuesta es obvia: al límite. O, por ahora, al límite de Grecia.