Las academias dicen que nunca es tarde para estudiar inglés pero los neurólogos saben que sí lo es para aprenderlo bien. Eso ayuda a explicar lo de Ana Botella. Me aventuro a suponer que por edad y procedencia, la alcaldesa de Madrid estudió francés y apenas habrá podido practicarlo por la invasión del inglés y de lo estadounidense que vino después. Y porque ¡Hola! está escrito en español.

Abundaron las burlas acerca del inglés que habla Ana Botella, seguidas de muchas risas, algunas con reojo, las de quienes tampoco sabemos hablar inglés y tememos ser descubiertos. El español es el único idioma que conoce la mitad (49,7 por ciento) de los españoles. Hace muy pocos años que algunos universitarios españoles son capaces de hablar en inglés por teléfono sin romper a sudar. El que esté libre de ignorancia que suelte la primera carcajada.

Después de muchos ensayos de su parlamento Ana Botella logró que sonara mejor su inglés que el español de su marido José María Aznar después de dos horas con el presidente George W. Bush. Lo peor de la presentación de Ana Botella no fue su inglés, sino el tono y los gestos destinados a motivar el voto de los miembros del Comité Olímpico Internacional de 0 a 3 años. Sólo le faltó explicarse con peras y manzanas pese a su mala experiencia con esas frutas.

Con su tono demostró que no es que no supiera inglés, es que no sabía con quién estaba hablando, algo que le sucede con cierta frecuencia a juzgar por lo que publican los periódicos madrileños desde antes de que la pelmaza lucha de poder entre Alberto Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre la colocara en el número dos de la lista del PP a la alcaldía, a las puertas del mando de la capital española, después de una carrera política empezada desde arriba, sin necesidad de ganar un voto, ni de escuchar a nadie, ni siquiera en castellano.