El día en que el director general del Agua de la Generalitat votó en Zaragoza a favor del plan hidrológico del Ebro que no incluye el trasvase, el Consell y el partido que lo sostiene perdieron un jirón grande de credibilidad, después de estar diez años llamando traidores a quienes no respaldaban la transferencia hídrica. Este martes, en el Congreso de los Diputados, el Ejecutivo de Fabra se ha dejado otra tira de piel. Su equipo, que tanto eleva la voz en demanda de una financiación justa para los valencianos cuando recorre Castelló, Valencia y Alicante, se arrugaba en la tribuna de un hemiciclo sagrado, hoy con goteras, hasta casi suplicar que no se debatiera la reforma del Estatut que pone negro sobre blanco ese derecho tan invocado a recibir más dinero del Estado. Zapatero concedió a Artur Mas en el nuevo Estatut catalán una inversión constante del Estado. Luego no pagas y punto. Pero Fabra no logró de Rajoy ni siquiera que le evitara el sofoco del escarnio político.