Hace pocas semanas se cumplieron treinta años de la muerte del cantante valenciano Jorge Sepúlveda, a quien en la ciudad tenemos bastante olvidado, cuando en otros lugares de España se le ha incluso rotulado una calle; y en Santander, a quien dedicó una canción, se levantó un monumento en la playa de El Sardinero.

Nacido en 1917 en la plaza de los Escolapios, Luis Sancho Monleón „que éste era su verdadero nombre, antes de adoptar el pseudónimo artístico„ tuvo un hermano que triunfó en las bellas artes en diversos países hispanoamericanos. La afición por la música llevó a Luis a la Sociedad Coral El Micalet, entonces situada en la calle de Juan de Vilarrasa, próxima a su casa, y allí tomó las primeras lecciones de lo que le llevaría a la fama después de la guerra civil. En esa sociedad artística coincidió con otros dos artistas que serían después grandes figuras cómicas: Adrián Ortega y Alady.

Al principio del año 1940 trabajó muy poco tiempo como administrativo, pero enseguida se trasladó a Zaragoza, donde hizo sus primeras armas cara al público, y pronto pasó a Madrid, donde la radio fue el cauce que le lanzó al aire. Enseguida su nombre corrió entre el público aficionado a la canción moderna, especialmente el bolero, en el que se puso a la altura de los máximos, como Antonio Machín, Lorenzo González y otros que triunfaban en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo. Y si bien el bolero fue su fuerte, también hizo primeras armas en el chotis y en el pasodoble. Títulos como «Mirando al mar», «María Dolores», «Santander», «Tres veces guapa», «A escondidas y en voz baja», «El mar y tú», «Qué bonita es Barcelona», «Campanitas de la aldea», y otros muchos quedaron ya para siempre y lanzaron el nombre de Sepúlveda por los aires de la radio y los espectáculos.

En Centroamérica pronto tuvieron noticia del arte de nuestro paisano; y desde La Habana fue requerido por Agustín Pumarejo para actuar en la televisión cubana, de cuya presencia conservamos fotos que lo acreditan.

Aunque afincado en Madrid, venía muy a menudo a su ciudad natal, donde mantenía excelentes relaciones con amigos, especialmente del mundo de la música y del espectáculo. Quien esto firma, un principiante en el periodismo en la mitad de la década de los cincuenta, le conoció una mañana de verano, donde nos presentaron unos conocidos en el bar Ruzafa. Sepúlveda „a quien ya siempre le llamamos Luis, pues así nos lo pidió„ nos dijo en seguida:

- «Bueno, me voy a Alcoi, que allí actúo esta tarde. ¿Quieres algo de Alcoi?»

- «Sí: peladillas», le contestamos riendo.

Pero al día siguiente volvimos a encontrarlo en el mismo lugar, y riendo sacó un paquete del bolsillo y dijo:

- «Toma: lo que me encargaste».

Tomamos a broma el gesto y ello fue el inicio de una amistad que ya duró hasta prácticamente su muerte. Le visitábamos a menudo en su casa madrileña del número 98 de la calle de Toledo, donde vivía con su esposa, la también valenciana Angelines Labra, hija del que fue representante de Conchita Piquer hasta que ésta se retiró y después fue gerente administrador del Teatro de La Latina.

Llegada la década de los sesenta, la canción melódica fue decayendo, y Sepúlveda „bueno, Luis„ se trasladó con su esposa a Palma de Mallorca, donde se instaló en una casa de la calle del falangista Ramírez:

- «Me retiro a Mallorca, porque el turismo es la única industria no contaminante; y en el jardín me he plantado un naranjo de mi tierra». Pero pocos años después nos llamó algunas veces:

- «Ven con el coche al aeropuerto de Manises, para llevarme al tren, que tengo que ir a Madrid». Y es que hubo un renacer de las canciones de las dos décadas anteriores en el programa Mundo Camp, que atrajo ante los televisores a quienes habíamos seguido años atrás a ídolos del escenario y de las antenas. A mitad del mes de julio de 1983 „ha hecho ahora 30 años„, cuando estábamos en una verbena en Monte Picayo, Lorenzo González, que allí actuaba, se nos acercó:

- «Mañana temprano vuelo a Mallorca, porque se ha muerto Luis. ¿Te vienes?»

No nos fue posible el desplazamiento, por motivos de trabajo. Pero elevamos una oración, con el fondo de una de sus canciones, en recuerdo del inolvidable amigo Luis; para siempre, Jorge Sepúlveda.