Aquí reside la tremebunda encrucijada de España, repetida, con distintos cancerberos, en la historia de los siglos XIX, XX y XXI. ¿Casillas o López? ¿López o Casillas? O: ¿Messi o Cristiano Ronaldo? ¿Playas las de Levante o las de Lloret? ¿La Parrala sí o la Parrala no? ¿Dolores Parrales Moreno o Artur Mas? ¿Muslo o pechuga? ¿La cobla La Principal de la Bisbal o Maria Callas? ¿Joan Tardà o Charlie Parker? ¿Los castellers de Vilafranca del Penedés o la Tour Eiffel? ¿Josep Maria Benet i Jornet (El cor de la ciutat, Nissaga de poder) o Pere Gimferrer? ¿Real Madrid o Barça? ¿Escudella i carn d´olla o cocidito madrileño? ¿Chotis o sardana?

Septiembre de 2013. Persistimos con estos dramáticos interrogantes y dudas, a pesar de que Voltaire, un ilustrado (no abundan ahora) escribió que «el pobre no es libre; en todas partes es un siervo». Con o sin derecho a elegir entre Diego López o Iker Casillas.

No es difícil reclutar los sentimientos del pueblo agitando unos símbolos, dos chupa chups, una historia apócrifa y líricas canciones infantiles como ésta: «Anirem a Montserrat, / comprarem un ruquet blanc, / passarem per Ulldecona, / i les nenes dirán: Quina nena més bufona ¡ D´on vens? / De Montserrat ¡ / Patrip, patrap, patrip, patrap» (repetir).

Se sabe que los arqueólogos J. C. Mortimer y Heinrich Schliemann encontraron, respectivamente, unos minúsculos restos (petrificados) de botifarra blanca y galets (escudella i carn d´olla) y garbanzos (cocido madrileño) en los yacimientos de Olorgesailie y al este del lago Turkany, ambos en Kenia. Una prueba incontrovertible de que, ya en la prehistoria, había dos naciones muy distintas: Madrid (y por extensión, España) y Cataluña, separados por los garbanzos.

Los garbanzos son tan castellanos como Padilla, Prado y Maldonado, caudillos decapitados durante la Guerra de los Comuneros. Sin embargo, también hay garbanzos en los pucheros de Valencia, Castellón, Alicante y Baleares. Y cebiche, sashimi, sushi, soja, tofu, wasabi, tajine, cuscús o ají en los restaurantes que no militan en la botifarra amb seques, la torrà de xulles y la calçotada.

Hay una canción al respecto. O a mí me lo parece, como metáfora. Es del

poeta Rafael de León. Transcribimos unas estrofas en aras de contribuir al debate y la reflexión: «La Parrala dicen que era de Moguer / otros aseguran que fue de La Palma, / pero nadie supo de fijo saber / de dónde sería Trini La Parrala. (€) Dos hombres riñeron una madrugá / dentro del colmado donde ella cantaba. Y el que cayó herido dijo

al expirar: -Por tu culpa ha sido, Trini La Parrala (€) Que sí, que sí, que sí, / que a La Parrala le gusta el vino. Que no, que no, que no, que no, ni el aguardiente ni el marrasquino. (€) Quién me compra este misterio? / adivina, adivinanza. / ¿Por quién llora?, ¿por quién bebe?, / ¿por quién sufre La Parrala?».

Y ahora, Montesquieu, conspicuo intelectual de la Ilustración: «La libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten». Mientras este lógico, racional, democrático y lúcido apotegma no se comprenda e interiorice en esta barriada del mundo, padeceremos, hasta el fin de los siglos, la misma monserga: ¿López o Casillas?

He comprado un pasaje para Innisfree. Allí me reuniré con John Ford, Maureen O´Hara y John Wayne. Bye-bye.