La GeneralitatValenciana (GV) está quebrada desde hace muchos meses y sólo se aguanta con los préstamos que Madrid proporciona, dentro del difícil marco español y europeo que vivimos. Hablar de relaciones entre Alberto Fabra y Cristóbal Montoro o de la necesidad de «plantarse en Madrid» (expresión de Vicente Boluda, presidente de AVE) parecen verbalismo inútiles que encierran excesivas incapacidades.

Adjudicar a Montoro el papel de salvador de la GV es propio de mentes infantiles que parecen no comprender ni el funcionamiento de un Estado democrático, ni el balance actual de la UE. Los tiempos en los que se aspiraba al favor de un emperador para resolver problemas de la periferia, o aquellos en los que presionando a la Roma papal se resolvían conflictos, afortunadamente ya pasaron. Las recetas de Fabra y Boluda están mas cercanas a una barra de bar desenfadada que al rigor intelectual que se supone en alguien que ejerce de dirigente.

Con este prólogo de banalidades primarias va a ser complicado conseguir un mínimo rigor en el debate que sobre el Estado de la Comunitat, mañana empieza Les Corts, donde es serán vitales sinceridades y alternativas que vayan mas allá de previsibles quejas y reproches. Si vivimos un nuevo episodio de insolvencia política para diagnosticcar el futuro de los servicios públicos que dependen de la GV, el colectivo de Les Corts deberá ir meditando su propia funcionalidad

Las razones del desmoronamiento de la GV no son pocas: muchos años de gobernantes y administradores poco cuidadosos, cuando no corruptos; burbujas en prácticamente tanto en las áreas que le son propias, como en las que insensatamente decidió personarse; una financiación de las transferencias que, en su momento, fueron negociadas de forma torpe, aunque al recibirlas nadie protestó, ya que conllevaban más cargos, más protagonismos y más posibilidades de gasto compensado por dineros recaudados desde el Estado. Los servicios públicos se diseñaron asumiendo que Madrid acabaría pagándolos y ahora el Gobierno central sólo presta y ello cuando la troika lo autoriza.

Con el informe encargado por Les Corts como fondo, está cantado que el PP va a pedir solidaridad para una nueva financiación. Desgraciadamente, los tiempos para que estas llamadas no sean obsoletas y enfáticas ya pasaron . El problema es mucho más urgente y no puede fiarse a una nueva financiación autonómica y a un milagroso reconocimiento de una cierta deuda histórica que ponga a cero las cuentas de la GV.

Las responsabilidades están en las éticas y las insolvencias mostradas en tantos años de gobiernos del PP al frente de la GV (Zaplana, Olivas, Camps), aunque ello no impide sentir temores sobre la calidad de la discusión parlamentaria que vamos a vivir. En un lado, un grupo sosteniendo al Consell con pobladores que atufan a papel de juzgado. Enfrente, una oposición dispuesta a apuntarse a la fácil idea de «lo poco que nos ha querido Madrid» y así no tener que replantearse la viabilidad de la GV tal como hoy la conocemos; por cierto, una actitud que no se alcanza a relacionar con ideologías de izquierdas.

La deuda de 30.000 millones de euros no oculta que la GV sobrevive gracias a los más de 12.000 millones que lleva prestados el Gobierno central. Para no alarmar más, no se han añadido a esta cifra ni los compromisos de gasto adquiridos por la GV con organismos de financiación como el Banco Europeo de Desarrollo, ni las irresponsables obligaciones asumidas que poco a poco van saliendo del lado oscuro: por ahora, el aval a la Fundación, lo comprometido con la F1 y lo que se comprometió para un aeropuerto vergonzoso.

Alguien ha pronunciado la frase maldita, pero cierta: la deuda de la GV es imposible de devolver, salvo que dejemos de prestar todos los servicios. Los intereses nos comerán el presupuesto entero. Se pueden dejar de prestar servicios muy básicos.

Volviendo a lo del «plante», la cosa se reduce a dos posibilidades: la vía catalana, que por el momento dejaremos en la sección de poco probable (pp) o un perdón, quita o lo que quiera llamarse por parte del Gobierno central, que tanbien iría a la sección pp, si no fuera que admite una forma de abordarla constitucionalmente: la intervención de la GV de la que poco se quiere hablar en Les Corts.

Si nuestros servicios públicos pueden degradarse aún más en manos de la GV y si el Gobierno central no puede o no quiere reaccionar, habrá que empezar a debatir que servicios públicos podemos devolver. Para que se note presupuestariamente una devolución de competencias las opciones son educación o sanidad. Justifiquemos el título de estas lineas.

„ No parece que entre los profesionales sanitarios se vayan a rasgar demasiadas las vestiduras ante esta posibilidad, cosa que, con lo visto en Baleares, crea más problemas en docentes y discentes.

„ Los servicios relacionados con la educación tienen componentes propios (valenciano, historia, etcétera), mientras que el ejercicio sanitario es intercambiable en su contenido con el de otras comunidades. Valga el ejemplo de la decisión del Consejo de Ministros del viernes implantando una tarjeta sanitaria única e interoperable para la identificación de un paciente en todo el territorio español

„ Dejado en manos de la GV, el sistema sanitario público, ésta, a pesar de la deuda incubada, ha terminado por asignar menos dinero por ciudadano que la media estatal.

„ En sanidad hemos vivido demasiadas ruindades, tanto en forma de hospitales sin acabar, como en la construcción de un lujoso hospital llave en mano con millones en material utilizable abandonado en el viejo, generando la creciente industria de rapiñar la calle (monitores abandonados enseñaron el oficio de saquear cables y alcantarillas). Desgraciadamente, por Sanidad pasó Blasco y su equipo.

El tema merece más debate y en Les Corts deberían profundizar sobre qué puede hacerse mas allá de discutir una nueva financiación, tema nada fácil a tenor de la crisis y de la discusión abierta por Cataluña, que dice tener algo mas que una deuda histórica, medible en euros. Sentimientos personales aparte, hay que plantearse el impacto de la potencial noticia: «Les Corts, ante los problemas presupuestarios del Consell plantean devolver al Gobierno de España las transferencias que en su día la GV recibió en asistencia sanitaria».

Ignoro si lo anterior es una forma de concretar el «plante» que con tanta irresponsable vaguedad exigió Boluda, o una forma de no acostarse con Montoro, pero al menos anunciaría que aquí hay una profunda preocupación por lo público. Uno necesita creer en algo.