Una pierna aprisionada por vendajes/bunker se resiste aún a cerrar las profundas heridas producidas hace meses por un caótico atasco en la escalera mecánica descendente hacia el tren que debía iniciar el ansiado paréntesis veraniego. Ahorraré pormenores fatigosos, sobrellevados a orillas del Cantábrico primero, y actualmente aquí en Valencia. Un episodio de esta índole genera el repliegue a la intimidad, acentúa la entrega a los libros y la música, aviva el aprecio por los pequeños placeres de la vida diaria, sencillos antídotos de las miserias físicas. Se reducen y se concentran expectativas y deseos. Podía decir, apropiándome de unas frases del cineasta y escritor José Luis Cuerda: «Tengo la sensación, muy agradable, de que, del mundo actual, me estoy perdiendo un montón de cosas que no me interesan nada.»

Siguen interesándome muchas otras, eso sí. Entre ellas la moda, cuando se toma en serio; sin caprichos ni trivialidad, con valentía y perseverancia. Como las de nuestra Valencia Fashion Week, en la que calibro una actitud que parece combinar la idealista exaltación de Don Quijote con el saludable realismo de Sancho Panza. (Espero que sean valoradas estas credenciales cervantinas).

No sólo la pasarela valenciana se abre a la juventud, cuyo empuje ya puse de relieve en la anterior edición. Como ha asegurado Emilio de la Morena, el diseñador alicantino establecido en la capital británica: «La Semana de la Moda de Londres apuesta por los creadores noveles y ha demostrado que ese es el camino para crear identidad, marca e industria.»

Identidad, marca e industria son precisamente los objetivos de Siemprevivas; su creador, Adrián Salvador, me lo confirmaba en conversación telefónica. «La pasarela valenciana „decía„ siendo importante, representa el eslabón de una cadena formada por el diseño vario para otras firmas, el trabajo constante y la voluntad de alcanzar una producción sólida, de llegar al público con efectividad.» Gracias al novedosísimo artilugio implantado „iniciativa pionera„ en la VFW, pude contemplar sin moverme del sillón la merecidamente premiada colección de Siemprevivas, fusión de sensibilidad y raciocinio al incidir de nuevo (hubo un fulgurante prólogo en aquella Shirt presentada en La Gallera, meses atrás) en un lúcido, profundo análisis de la línea camisera, metamorfoseada prodigiosamente, sin perder el equilibrio entre formas depuradas, materias escogidas y colores lisos, signos todos característicos de la firma. Su aportación, más que «descaradamente joven» según el eslogan adoptado por la VFW, es «inteligentemente joven».

Es de esperar un magnífico itinerario profesional para Adrián Salvador y Lucas Zaragosí, el dúo Siemprevivas, como también desearía para otro valenciano, Miguel Vizcaíno, que revalidó con su delicada propuesta «Juliet» los justos premios ya recibidos. Valores como estos acreditan sobradamente el empeño de VFW.