La comisión de Igualdad del Congreso, cámara en la que el mes de enero es inhábil y las vacaciones de verano duran julio y agosto, ha decidido impulsar un cambio de horarios en España para ganar competitividad y conciliar mejor las vidas personal y laboral. A sus señorías les parece que hay que madrugar más, no emplear dos o tres horas (¡!) en almorzar y salir del trabajo (quien lo tenga) hacia las cinco o las seis para disfrutar de la familia. Como cantaba Dolly Parton en 1981, «Nine to five», entrar a las nueve y salir a las cinco. La justificación tiene hasta su amarre histórico. Franco adelantó una hora para adoptar la misma que el Berlín nazi y ahora hay que retrasarla para parecerse más a los aliados, sobre todo a Gran Bretaña. Es un buen asunto para la charla de café, el que se toma hora y media después de llegar a la oficina y tras la necesaria lectura de la prensa; o en el vermú de una hora antes de salir del trabajo. Pero si esto se convierte en Inglaterra, ¿para qué vendrán los turistas?