La 2 estrenó hace unas horas Torres y Reyes, con Mara Torres y Joaquín Reyes, un programa en directo con entrevistas, debates, monólogos, música, nuevas entregas del conocido y afamado dibujo Enjuto Mojamuto y, según la página web de la cadena, una apuesta fuerte por las redes sociales. ¿Apuesta fuerte por las redes sociales? Esta ya no es una novedad. Cualquier programa, hasta los más infames, apuestan fuerte por las redes sociales. A ser posible para hacer bote. ¿La vomitera de mensajes fachas a euro y pico la opinión que envía la audiencia de Intereconomía es una apuesta fuerte por las redes sociales, o enviar mensajes de texto es una antigualla superada por la gratuidad de los 140 caracteres de Twitter? Hoy, la cosa es tan moderna, y tan trasnochada al tiempo, que antes de emitir lo que sea que haya que emitir, serie, magacín, debate, informativo, hay que tener página en Facebook y cuenta en Twitter. Para escribir esta columna entré en Facebook buscando el muro de Torres y Reyes, y sí, allí estaba. Tenía sólo 39 «me gusta», es decir, nada, una cifra testimonial, aunque habrá subido un poco después de la emisión. En la página de portada se explica de qué va. Torres y Reyes, dice, es un talk-show sobre la vida (después de internet) presentado por Mara Torres y Joaquín Reyes los jueves por la noche en La 2. Flipo. ¿Sobre la vida después de internet? Esto me suena a Revolution, la producción que firma JJ Abrams y que emite La Sexta, pero no creo que vaya por ahí la cosa, porque de serlo el programa tendría que imaginarse la vida sin internet, pero también sin Rubalcaba, sin Rajoy, sin Cospedal, y por favor, sin la Salvadora Que Hace Su Cama, Esperanza Aguirre. Y sin poder crear una página dedicada a los fans de las mil operaciones de Juan Carlos I de Borbón. Quita, quita.

Twitter y el potaje. Entro en Twitter, y sí, el programa también tiene su cuenta „@TorresyReyesTVE„, y sus seguidores. Pocos. O se animan los seguidores, o el programa apostará fuerte por las redes sociales pero las redes sociales no apuestan por él. Queridos @maratorres_tve y @enjutomojamuto, menos lobos. Menos lobos sobre redes sociales porque, hijos de mi corazón, cachorros de mi cátodo, Maritere Campos, la trasnochada, y Qué tiempo tan feliz „@QTTF„ tienen 41.399 seguidores, y no alardean de «apostar fuerte por las redes sociales». Y otra cosa, guapitos, mucha red social y mucho Facebook y mucho Twitter y ahora resulta que el tal Joaquín Reyes no tiene cuenta en Twitter, aunque sí Mojamuto, su dibujo. Dice la promoción del programa que mantendrá en Twitter la conversación más inmediata, antes, durante, y después de cada emisión. ¿Y? Eso lo hace desde hace milenios, incluso antes de internet, Jordi Évole con @salvadostv, seguido por una feligresía que sobrepasa los 253.100 seguidores, y sin duda la adicta a Twitter Ana Pastor, que se curra su apuesta por las redes sociales. Digo más. Antena 3 prepara en sus cocinas, a velocidad de mayonesa, Top Chef, con el ya inevitable Alberto Chicote, que junto a Ángel León y Susi Díaz formará el jurado de este programa de talentos culinarios. ¿Qué tiene que ver un potaje con un tuit? Todo y nada. Por eso Top Chef ha pensado que las redes sociales también formarán parte del festival de puerros y pescados blancos y ha echado mano de dos afamados blogueros, El Hermatocrítico y Noel Ceballos, que serán para Top Chef Los Hermanos Top Chef. Ambos comentarán en la Red el programa en directo, y recopilarán los comentarios en Twitter más ingeniosos y divertidos.

Cuentas interpuestas. El guapo Oriol Nolis se estrenó hace unas fechas como presentador de El debate de La 1, y llevó a una estrella que nunca defrauda, Ana Botella. Es tan estrella, que como las estrellas más luminosas del firmamento fosforescente tiene cuentas en Twitter que ni ella gestiona. De lo que dijo en ese debate en la pública apenas interesa porque sólo sonrió como ella sabe hacerlo, a destiempo, es decir, a todas horas, cerrando sus frases con una mueca helada y gelatinosa que ella, pensando que sonríe, convierte en grotescas sus opiniones sin fuste. No me interesa la alcaldesa, me interesa más esta otra Ana Botella, la de @AnaBotellaDeRon, que así se presenta en Twitter, «No speak ni español ni enghlis sino una mezcla de los two. Si quieres tomar one café in the Plaza Mayor, avísame. In my pussy». Esta cuenta, señores y señoras de Torres y Reyes tiene cerca de 9.000 seguidores. Ya sé que son fieles pasajeros, que cuando nos olvidemos del café con leche relajante „aunque seguro que doña Ana se inventará otra cosa„ irá decayendo, pero es tan excitante su poder de convocatoria. Cualquiera diría, si como lector llegó hasta aquí, que Torres y Reyes es tan rancio como ¡Qué tiempo tan feliz!, tan tóxico y enervante como El gato al agua, tan pretencioso como algunos gestos de Cayetana Guillén Cuervo, pero no, ahora soy yo el que tiene que dar una explicación. No he visto el programa. He escrito sobre lo que he leído del programa, así que lo anterior no es más que una absurda especulación, una ridícula tontuna mental. Torres y Reyes no puede ser malo, no puede ser algo visto, machacado, trillado, no puede tener una realización plomiza, vulgar, unos contenidos zafios ni una iluminación plana, Torres y Reyes no puede ser un programa gritón, ni tener unos decorados espantosos, y sus presentadores, sin llegar a interpretar un guión, estarán sujetos a unas directrices que irán marcadas antes de empezar la función dentro de una línea de elegante inteligencia, con la ironía y el humor como distintivo, en fin, es un programa de La 2, en directo, en hora no muy pendona, es decir, un programa que se codeará con el riesgo porque Torres y Reyes es un programa de Santiago Tabernero „Versión española, Carta blanca„, o sea, palabras gigantes en el mundo de la televisión. Y no, seguro que no va de apostar „solo„ por las redes sociales sino por las redes sentimentales. No es lo mismo.

Fracaso victorioso

La última locura de Jesús Calleja, con su juego al límite en ambientes hostiles que luego se convierten en consumo televisivo para entretenimiento de masas, casi le cuesta la vida, a él y al equipo que bajó a la sima más profunda del mundo, ubicada en Abjasia. Se quedaron atrapados a 1.600 metros de profundidad durante 10 días soportando en la superficie lluvias torrenciales. Cuatro convirtió el fracaso en victoria televisiva.