La intensidad de la radiación ultravioleta ha descendido de los máximos estivales y en el Mediterráneo se encuentra en el nivel 5. Aun así, la necesidad de protección de piel y ojos es fundamental. Y los humanos no somos la única especie que se cuida de los rayos. Se sabe que los hipopótamos se dan baños de barro para evitar la radiación dañina y la revista Nature acaba de publicar un trabajo que demuestra, por primera vez, que la gran ballena azul (Balaenoptera musculus) se broncea para protegerse del sol. El análisis del ADN y ARN de la piel de ballenas del Golfo de California ha revelado que esta especie de color gris azulado -a diferencia del rorcual común (Balaenoptera physalus) de tonalidad más oscura- utiliza mecanismos para contrarrestar la radiación como el incremento de la expresión de los genes clave para la producción de melanina. En los cachalotes (Physeter macrocephalus) se registraron aumentos de la proteína Hsp70, que reflejan la actividad celular de reparación en respuesta a la radiación porque ya no pueden oscurecerse más. El catedrático de Zoología de la Universitat de València Toni Raga destaca que es la primera vez que se analiza este impacto, como también «su relevancia en el futuro para la conservación de la biodiversidad marina en un escenario de cambio climático». De hecho, la ballena azul, de entre 24 y 27 metros y 100-120 toneladas, es una especie emblemática en peligro de extinción y protegida de la caza desde 1966.

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