a próxima semana se cumplirán veinte años de que marchó de ésta, «su» Valencia, el inolvidable periodista Don Pepe, que así firmaba José Barberá Armelles su amena sección Rumores en el vespertino Jornada, del que fue director durante treinta años, hasta que fueron desapareciendo los periódicos de tarde por la competencia horaria informativa que ofrecían la radio y la televisión por las mañanas. Hijo de un destacado médico valenciano, muy pronto se inició en el Periodismo. En los años treinta del pasado siglo fue corresponsal en Roma de El siglo futur0, y tras la guerra civil, de nuevo en Valencia, fue redactor de Levante, para pasar posteriormente a Galicia, donde dirigió El Correo Gallego. Regresado nuevamente a su ciudad a la que ya nunca abandonó fue durante treinta años director de Jornada, presidente de la Asociación de la Prensa Valenciana y estuvo todo ese tiempo al frente de la Hoja del Lunes; pasó, finalmente, a dirigir un tiempo Levante, hasta su jubilación. Fue un mandato concejal de Parques y Jardines del Ayuntamiento. Ya este historial sería suficiente para recordarle cuando van a cumplirse cuatro lustros de su fallecimiento. Pero su personalidad merece un mayor reconocimiento, por su trayectoria limpia, humana y solidaria. Y es que su brillante trayectoria profesional se supera todavía con la labor que realizó siempre en ayuda de los compañeros. Ya de muy joven, nos contaba años más tarde un veterano redactor que había sido redactor de El Mercantil Valenciano y que estuvo en la cárcel poco después de la guerra civil, Rafael Hernández Zafrilla, que en esas circunstancias falleció su madre, y que fue precisamente Barberá quien intercedió ante el gobernador civil, a la sazón Francisco Javier Planas de Tovar para que accediera a que el hijo pudiera asistir al entierro. La primera autoridad provincial accedió con una condición: que Barberá acompañara al recién huérfano, «y, si se fuga, usted irá en su lugar a prisión». Muchos años después, el propio Zafrilla que firmó en Hoja del Lunes como El Duende de las Casetas nos contó el bello gesto, que el que sería más tarde Don Pepe, por sencillez y modestia, prefería no comentar. Y fue a este mismo compañero, Rafael Hernández Zafrilla, y a otro sancionado después de la guerra, Vicente Miró Caballero, a quienes Barberá logró por su intercesión la amnistía profesional, de manera que reingresaron en el Registro Oficial de Periodistas con los números 7.014 y 7.015, respectivamente. Tuvo José Barberá en sus manos empresas considerables; como presidente de la Asociación de la Prensa Valenciana creó los nuevos locales en la calle del Marqués de Dos Aguas, con tres plantas espléndidas que decoró Mariano García; y fue el creador de los nuevos talleres de Hoja del Lunes, en las afueras de la ciudad, con una inversión sensacional. Y, pese a todo ello, murió cuando aún vivía en un piso de alquiler en la calle del Pintor Benedito, sin dejar fortuna alguna. Algo insospechable en los tiempos actuales. Pero a Barberá Armelles no puede su ciudad, por razones éticas y lógicas hacerle en estos momentos y circunstancias el reconocimiento que se merece. Esperemos que algún día se le pueda rendir el homenaje al que se hizo acreedor. Que bien se desvivió por su tierra y, sobre todo, por sus compañeros.