RTVV pasa a la historia. Seguramente no era la intención del PP, porque a un gobierno, y más a este Consell, siempre le gusta tener un televisión para manejarla a su gusto y Nou cumplía perfectamente con el guión. Pero la nefasta gestión de los últimos años había conducido a la quiebra del canal. Lo sangrante es que los responsables de este desaguisado siguen en sus cargos en vez de pedir perdón y largarse a su casa. Por ejemplo, José Císcar, que ya demostró sus habilidades en el Valencia CF y ahora ha vuelto a repetir en la gestión del ERE de la radiotelevisión pública valenciana. Y le sigue a corta distancia un Alberto Fabra que ayer intentó justificar el cierre con el argumento de que prefiere prescindir de RTVV antes que echar el candado a un hospital o un colegio. Si no se hubiera dilapidado el dinero, ahora la situación de Nou y Ràdio Nou sería muy distinta y los colegios y los hospitales no correrían peligro. Y si la causa es la mala financiación, ya tarda en coger el AVE y plantarse en Madrid a cantarle las cuarenta a Montoro. Pero para poder autoproclamarse candidato en las próximas autonómicas debe ser sumiso. Y ese papel lo borda.