Una mujer de la localidad murciana de Lorca narró en la radio de manera sosegada, con la tranquilidad que reporta el paso del tiempo, de qué forma vivió el triunfo de la selección en Sudáfrica. Al igual que hizo anoche la vigente campeona, la señora recreó la historia que le tocó afrontar aquel domingo 11 de julio de 2010. Arrancó el relato dejando claro a través de las ondas que la experiencia, buena no fue. Se desplazó hasta el hospital con un dolor insoportable, que hasta entonces jamás se le había presentado. Ella no lo sabía aún, pero lo que padecía era un cólico nefrítico con todas sus letras y lo que eso significa. «Justo a las ocho y media de la tarde entré por la puerta de Urgencias. Veía las estrellas. Y, rabiando que estaba, se me puso delante un médico jovencillo con la cara pintarrajeada y más inquieto que yo». Debió describirle los síntomas de un modo algo atropellado por lo que el marido le apuntó que le hablase de aquello que le había entrado tiempo atrás a lo que, volviéndose, la paciente le dijo refiriéndose al doctor: «¡Pero no ves que no está escuchándome!». Ya puestos, las pruebas se las hicieron en el descanso y el tratamiento se inició nada más acabar la prórroga.

La lorquina aseguró que, de vez en cuando, se cruza por la calle con el galeno que la atendió y le entran ganas de rememorar lo ocurrido, pero sin malos rollos. Desde entonces, miren por dónde, al sistema sanitario no han dejado de pintarle la cara. Y eso que, a pesar de lo futboleros que somos, una parte nada despreciable de los extranjeros que se han quedado a residir entre nosotros lo han hecho por la atención, salvo finales, que ha venido prestándose y no por el tiqui-taca. Pero, con la estrategia en marcha, es posible que terminemos viendo cómo un servicio que ya se encontraba entre los mejores lo dejan al albur de lo que pueda hacer en el área de castigo el bueno de Cardeñosa.