En la fábula de la zorra y del erizo, Montoro encarnó ayer el papel del segundo. Lo cual no quiere decir mucho, porque el ministro intercambia los papeles. Igual sale de zorra, igual de erizo. La fábula es conocida. La zorra sabe muchas cosas, el erizo solo una y grande. La zorra persigue muchos objetivos, se mueve entre territorios, se dispersa, no logra integrar sus ideas entre la vasta complejidad. El erizo, en cambio, se enfrenta a los dilemas con juicios sencillos. Una sola idea, la más esencial, es capaz de congregar a todas las demás. Es única porque dota a todas las demás de sentido. En caso de que la zorra ataque, el erizo se encierra entre sus púas: ahí te quedas, zorra. La fábula, reinterpretada, ha servido para representar visiones totalizadoras, pero esto es como muy intelectual, sólo para mentes privilegiadas como las de Savater y así.

Montoro cumplió ayer el guión del erizo. Con una salvedad. En lugar de una idea, expuso dos, y ambas referidas a la CV. La primera es un descarte: el cierre de la tele no ha sido un problema suyo. La segunda es una redención: si no hubiera sido por él, este territorio lastrado y cautivo se hubiera dejado vencer por el colapso. Aplaudamos el auxilio, porque si no, los indígenas de aquí andaríamos en taparrabos y consumiendo cocos africanos. Un político ha de ser así de sincero.

Unas horas antes, o después, que para el caso es lo mismo, el presidente Fabra hubo de recordar, en un golpe de autoridad inusitado, quién es el presidente del PP y, aunque no lo expresó abiertamente, se intuyó en su voz una grave amonestación a los diputados traviesos. Sus señorías los rebeldes representan la práctica totalidad de la geografía parlamentaria, aunque hayan comenzado a advertir las consecuencias de sus actos y las resbaladizas dificultades para apuparse a la candidatura autonómica. Uno cree que Fabra proclamó su potestad y además emitió un mensaje como muy complejo (la zorra): de acuerdo en que el mundo es antagonismo, y hasta algo de cachondeo, pero, oigan, las organizaciones se rijen por jerarquías marmóreas. De modo que la dialéctica de Rus o de Rita o de Ballester y los demás resulta un género de literatura política muy decente y deliberativo pero si se transgreden unos límites el tinglado de hunde. Una cosa es el juego y otra, el negocio. El poder puede emanar de abajo, pero se ejerce desde arriba. Quien piense otra cosa, puede ingresar en la orden de los franciscanos, inexcusablemente abierta a nuevas vocaciones.

Montoro se vistió ayer de erizo, en su simplicidad, pero aun se le transparentaba la ligera combinación interior de la zorra del proverbio. ¿Acaso no le incumbe el cierre de RTVV? Para frenar la clausura, bastaba con entregar más dinero. Montoro es el dueño de esta autonomía, dado que está intervenida. Por eso ayer Puig lo interpeló. Interpeló al «propietario». Y un «propietario» no puede autoexcluirse de las decisiones que se toman en su finca. El dinero manda, y está en sus manos. ¿O es que alguien cree que Fabra no consultó el entierro con Madrid? Zorras o erizos, ambos son responsables. Basta observar como estos encargados del bien común se traspasan los balones en llamas.