En el programa de Carlos Herrera hicieron mención ayer: El regreso de los siete magníficos, con Yul Brynner a la cabeza nunca mejor dicho, se rodó en Agost. En el 66, cuatreros del Lejano Oeste cabalgaron entre los parajes de La Murta y la Sierra de Castellar. Aquello supuso una revolución. La industria local realizó sus aportaciones a los efectos especiales jolivudienses; firmas alfareras sacaron piezas de barro que sirvieron de atrezzo en los decorados y los lugareños convencieron a los productores de que no existe mejor material que el adobe para saltar por los aires en las explosiones. A lo tonto a lo tonto, se rodaron más de doscientas pelis. El conde Drácula y Drácula contra Franskentein pasaron de Transilvania y fueron a parar al castillo de Santa Bárbara; parte de Patton transcurre en Torrevieja y El Cid, con Charlton Heston y Sofía Loren, en Peñíscola. También se dejaron caer por Alicante y Dénia Tony Curtis con la pequeña Jamie Lee y el director John Farrow con su niñita Mia. No hay entrega de los capítulos del No-do que rememoran por La 2 en los que no se vea a Sara Montiel o a Carmen Sevilla entre palmeras.

Bien. Pues, el western que se vive hoy en el Centro de Estudios Ciudad de la Luz tampoco es manco. Antes de quedarse colgados del todo, los alumnos supervivientes reclaman que les devuelvan las matrículas. A los jerifaltes se la bufa el compromiso adquirido y no ofrecen garantía alguna. Está tan desangelado aquello, que si Almodóvar se perdiera en sus platós, a los chavales les daría un síncope. Por un programa cojo han apoquinado unos 6000 euros en una escuela de cine que funciona a través de una fundación cuyos patronos eran Generalitat y Cam, por lo que no hace falta decir que el género preponderante es el del terror. Aún así, hay que admitir que impulsores y sucesivos responsables de los estudios han conservado el espíritu de su creación. La prueba es que mayor ficción no cabe.