Lluís Gimeno Paolo es uno de esos actores que nunca vimos en RTVV y que si hubiera sido contratado en su momento, habría contribuido positivamente a que se elevaran las audiencias. Nacido en el barrio del Pilar, se inició en el «Talía» en tiempos de Isabel Tortajada. Merece ser una celebridad, pues su versatilidad en escena es amplia. Pero como no hay trabajo estable ha desarrollado otras aptitudes artísticas, además de excelente cantante lírico es gran cocinero. Junto con su esposa Marié Martínez llevó muchos años la residencia «Ariane» del Mareny de Sant Llorenç en la carretera divisoria entre Cullera y Sueca. «Hermandades del Trabajo» ha sido la entidad social donde Lluís desarrolló muchas de sus actividades. Precisamente el domingo estrenó la que ha anunciado como la última de sus interpretaciones clásicas, poniendo en escena «Tadea la cossetera», de Eduard Escalante. Con sumo gusto hemos asistido a esta representación, comiendo antes en los locales de don Abundio en la plaza del Negret. Desde luego el nuevo presidente, José Miguel López Gutiérrez, le ha dado un cambio total a la casa. Parecía un sombrío mesón castellano de los años sesenta y es ahora un amplio comedor de diseño vanguardista.

«Tadea la cossetera» es un pequeño sainete de Escalante que no se llegó a publicar en vida de su autor. Los hermanos Sirera son muy críticos con este texto, al que consideran necesitar una segunda redacción más profunda. Pero sin duda es novedoso, porque plantea el problema del amor por interés en el caso masculino.Normalmente son las señoritas de buen ver las que han aspirado a conquistar un caballero mayor que les garantice una buena posición social. En esta historia Escalante da la vuelta a la tortilla y presenta a Roquet, un chaval comprometido con la joven Tadea, pero que renuncia al amor verdadero porque adivina en la vieja Marcelina un mejor futuro, al ser propietaria esta señora de varias casas en «lo carrer de la Nau».

Marcelina tiene un hermano, don Mauregato, que custodia la honra femeninda al estilo de un padre decimonónico. Ya ha espantado a otro pretendiente interesado, Rafelo, que más tarde se enfrentará a Roquet por la ambición de desposar a la millonaria.En medio de este lío aparece Tadea, chica sin un pelo de tonta que empeña las ropas de boda de su ex-novio antes de que se consume la ceremonia nupcial. Escalante hace una inteligente metáfora, pues Tadea le pone el «corsé» al «gigoló», e incluso al resto del elenco con su acción. Aunque para nada se alude a su profesión, excepto en el título, esta mujer es la encargada de poner «cossets» a todo el mundo, encorsetando a cada uno en su papel.

Curiosamente el presentador del acto quiso presentar a Tadea como «cosidora», y no como «cossetera», como si elaborar prendas de ropa interior fuera algo irreverente. Desde luego en 1895, al estrenar la pieza, debía ser muy llamativo que una «cossetera» fuera protagonista, e incluso algún calentorro debió pensar que podía generarse alguna escena atrevida, cosa que no sucede.

A mí Tadea me recuerda a Visanteta Aparici, la corsetera de Russafa. Tenía la tienda en la plaza del doctor Landete y era toda una figura en el barrio. Ahora está retirada y disfruta de sus hijos y nietos, pero en tiempos su establecimiento fue un punto neurálgico de la vitalidad ruzafeña, luchadora a tope para el adecentamiento de ese espacio urbano. El escaparate, con sus sexy maniquíes, era espejo de la feminidad más rutilante.Ahora con estas ordenanzas tan restrictivas quizás no se puedan montar vitrinas tan fascinantes. Se podrían incardinar en esa ordenanza municipal que prohíbe la apología de lo erótico. Volviendo a nuestro actor Lluís Gimeno, ojalá lo veamos pronto en una nueva representación, ya sea en su falla de la avenida del Oeste como en cualquier otro escenario.