AFabra le va a costar mucho recuperar el prestigio perdido en las últimas 24 horas. Por una parte, el apagón de RTVV ha sido una chapuza. No se ha podido gestionar peor. Una bufonada que ha llenado el imaginario nacional de chacotas y chistes, retransmitidas en directo por las distintas televisiones con regocijo, como no podía ser de otra manera: se lloraba el cierre al mismo tiempo que se desbordaba la ufanía por la clausura. Un competidor menos. Si el Consell quería evitar el ruido mediático, le ha puesto la alfombra roja al desfile del estrépito. No lo hubiera podido mejorar ni el adversario más ruín. Un corte de Ràdio 9 que anticipaba el de Canal 9 y que alentaba el atrincheramiento de los trabajadores, un técnico de antenas que acude a Burjassot desde Gata en el coche de la policía autonómica y que se va en un taxi sin realizar su trabajo ante el acoso de los propios periodistas, un diputado del PSPV entrando por una ventana, unos liquidadores más bien anárquicos, y, sobre todo, la sensación del caos de un gobierno autonómico, que es el emblema dispersado por el territorio español. Ésa es la que más duele en el PP. La administración del cierre invocando el desorden del Consell. ¿Cómo no se había de poner de perfil el Gobierno? Lo hizo ayer con rotundidad. Rajoy se escabulló de Fabra admitiendo el dolor de los trabajadores y Sáenz de Santamaría ejecutó una de sus piruetas acostumbradas con estallido final: la televisión pública española está a salvo; no sucederá lo de Valencia. ¿Y por qué ha pasado en Valencia? Era una pregunta apropiada: porque la dirección nacional, entre otras cosas, se ha desentendido. Ahora hay que apechugar con las morcillas quemadas. El fuego no lo han encendido ellos, pero han dejado que se extendiera. Sería un ejercicio de hipocresía desprenderse del compromiso de la decisión, como si el Consell actuara de forma autónoma.

Sólo en tiempos de Gürtel, con Camps al frente, se cancelaron actos públicos del PP. La clausura de la televisión ha devuelto esa imagen, que es la foto fija del PP en una sima, replegado en sí mismo. El partido ha desconvocado las citas de hoy y anulado las de ayer. Un doble golpe para el PP, que en ningún caso, en privado, comparte la decisión tomada con Canal 9. Para restituir la percepción sobre Fabra habrá de pasar mucho tiempo.

De igual modo, recuperar la de algunos periodistas de TVV durante los últimos días es una tarea imposible. Voces y caras de los mensajes del PP hasta ayer mismo, impasibles ante los 4.000 despidos de la Generalitat, invocando éticas, democracias, libertades de expresión y deliberaciones colectivas. Mejor, el silencio.