Miles de valencianos expresaron anoche en las calles de Valencia su rechazo al cierre de RTVV. Pocos días antes, una sentencia condenaba a cuatro años de cárcel a Carlos Fabra al tiempo que mostraba sus dudas sobre el origen de los abundantes ingresos que obtuvo durante años. Ambos episodios han estallado mientras los tribunales investigan la desastrosa gestión que ha disuelto el sistema financiero valenciano y cuando algunos de los más destacados actores políticos de los últimos lustros se pasean por los juzgados o aguardan sentarse en el banquillo para despejar las muchas sospechas que recaen sobre ellos. El origen del cúmulo de excesos, despropósitos y corruptelas que ahora se exhiben en la plaza pública es conocido por los lectores de Levante-EMV aunque hoy sorprenda a muchos ciudadanos. La mayoría de los escándalos que se amontonan en los archivos judiciales fueron narrados con absoluto rigor e independencia por este periódico. Siempre hemos cumplido con nuestra obligación profesional: cuando gobernó el PSOE y con la gestión del PP. Informamos no sólo ahora, cuando resulta fácil sumarse al coro de lamentos de una sociedad conmovida por la gravedad de la crisis que necesita aliviar sus penas con la búsqueda desesperada de culpables, sino antes, cuando una Comunitat Valenciana embriagada por una temeraria y ficticia economía especulativa tildaba de antipatriota y aguafiestas a todo aquel que se permitía cuestionar el desfilfarro o la enloquecida gestión urbanística que hinchaba sin mesura la burbuja inmobiliaria. Este periódico abre hoy una serie de análisis que a lo largo de los próximos días nos ayudarán a explicar qué ha sucedido, nos permitirán desesmascarar a los hipócritas, nos certificarán la veracidad de las noticias publicadas en estas páginas y, sobre todo, nos forzarán a aprender de los errores para que ninguno de ellos vuelva a repetirse.