Los responsables de la reposición de la imagen de la Virgen de los Desamparados en su altar tras la profunda rehabilitación a la que ha sido sometida no han podido contenerse y se han sentido en la imperiosa necesidad de mantener en la figura el fajín de generala de los Ejércitos que Franco le impuso y un general democrático le repuso cuando la cincha del dictador se descomponía por el paso del tiempo. Es verdad que el ancho paño rojo que la Mare de Déu vestía en su cintura ahora luce como caído de forma descuidada a sus pies, sobre el pedestal, pero también es cierto que el fajín iba a pasar al museo, junto al original, y alguien se ha arrepentido. Es una lástima que no se haya aprovechado la ocasión para retirar de la Verge fajines, bastones de alcaldesa perpetua y otras zarandajas oficiales que en un estado aconfesional sobran en una imagen religiosa. Lejos de cumplir la Constitución, se imponen medallas al mérito policial a vírgenes de toda advocación. Luego se extrañan.