esde peque me chifla todo lo que tiene que ver con los viajes espaciales. Luego me metí en esta profesión y enseguida me di cuenta que tampoco hay que irse tan lejos para alucinar. Pero alunizar, lo que se dice alunizar, quienes lo han hecho después de décadas de impasse han sido los chinos. Si no fallan las cuentas, en torno a esta fecha se cumplen los tres meses que la sonda Chang E3 tiene previsto pasar en suelo lunar en los que ha debido realizar inspecciones geológicas, ponerse a la búsqueda de recursos naturales y, si sale bien el experimento, dejar colocado un telescopio el primero e hincarle el diente al gas ionizado que circunda la Tierra.

Lo de China da miedo. Va a por todo. Ahora que la Nasa anda bajo mínimos tras padecer unos recortes de más de 40 millones de euros que han obligado a cancerlar varios proyectos, el presidente Xi Jinping ha advertido que quiere que su trasatlántico de país se convierta en una superpotencia espacial. Para especialistas como el reputado ingeniero español Ruiz de Gopegui, que en el 69 estuvo a cargo del control de todos los sistemas para mantener la comunicación con Armstrong and company desde Fresnedillas, se trata sobre todo de una maniobra para asombrar al mundo más que de una apuesta de verdadero calado científico.

Sea lo que sea, entre el año que viene y el 17, el gigante asiático lleva en agenda repetir la peli en un par de ocasiones y apostar por enviar una misión tripulada en 2020. A nadie va a extrañarle encontrarse chinos hasta en la Luna. Aunque el destino que despierta mayores ilusiones entre dirigentes y científicos es otro. Pero todos coinciden en que aún se tardará treinta años como poco en pisar Marte. Y por aquí, sin embargo, lo que seguimos es a la espera de que alguno de nuestros clásicos se decida a volver.