Una afrenta que perjudica a la Comunitat Valenciana es la operación por la que la carretera N332 ha quedado suspendida en su desdoblamiento para que no llegue a completar la autovía A38. Hace bastantes años, de la mano de mi buen amigo Gerardo Canet, tuve la oportunidad de compartir mesa y mantel en un restaurante griego de Bruselas con Santiago Gómez-Reino, a la sazón jefe de gabinete del comisario europeo Manuel Marín. Gómez-Reino insistió en que la autovía A3, del mismo modo que la pospuesta circunvalación de Valencia que hoy conocemos como primer baipás, no se llevaban a cabo por la incompetencia política del conseller de Obras Públicas de la Generalitat Valenciana, Rafael Blasco, que era de su partido aunque de facciones distintas. Gómez-Reino, un socialista recio del ala de Alfonso Guerra, dejó muy claro que había caminos y financiación europea para esos proyectos de infraestructuras fundamentales que nuestros políticos domésticos despreciaban por otros asuntos más sustanciosos para ellos.

Recientemente se publicó en Levante-EMV una información firmada por Laura Ballester que recogía el agravio flagrante que supone para todos los valencianos, incluidos transportistas y empresarios, el fantasmagórico espectáculo de una carretera inconclusa, en proceso de convertirse en autovía y con sus vergüenzas al descubierto entre Sueca y Cullera, a escasa distancia del Mediterráneo. Se trata de la N332 condenada a no ser A38. No pasa nada. Este es un nuevo episodio de la incapacidad valenciana y de sus fuerzas empresariales y políticas, para poner las cosas en su sitio, dar un mazazo en la mesa y hacer valer los derechos de los ciudadanos, más allá de los paseos de salón que se dan los próceres de la agrupación Conexus por los despachos y los mentideros de la capital de España. La Generalitat de Catalunya tuvo que impedir el paso de camiones por la NII para conseguir que el Ministerio de Fomento destinara 34 millones en 2014 para acondicionar esa carretera.

Los detalles del escarnio de la N332 son concluyentes. Se trata de la única carretera nacional que conecta dos capitales de provincia „Alicante y Valencia„ que aún no es autovía. Desde Valencia los coches y camiones pueden ir por autovía a Castelló, a Zaragoza, a Albacete y, por supuesto, a Madrid. En dirección a Alicante por el litoral, la A38 se interrumpe a la altura de Cullera y la N332 regresa a la prehistoria al pasar por el interior de 11 poblaciones, entre las que se encuentran Favara, Xeraco, Gandia, Bellreguard, Palmera, l´Alqueria de la Comtessa, Oliva, Gata de Gorgos, Benissa y Altea. Todas ellas municipios con potencial turístico que van desde la Ribera Baixa del Xúquer, a la Safor y a la Marina Alta y la Marina Baja, que están comunicados por la carretera más peligrosa de la Comunitat Valenciana en dirección hacia Cartagena y Almería.

Los hechos son elocuentes. Más sintomáticas resultan las causas de un agravio absurdo. La razón fácil de esgrimir es que no hay dinero. Revelador es el trazado casi en paralelo de la N332 con la AP7, de peaje. ¿A quién no interesa completar la conversión de la N332 en A38? ¿Puede que se oponga la concesionaria de la AP7 y que con su capacidad de presión haya logrado que los valencianos, transportistas, empresarios y ciudadanos, carezcamos de la opción de circular con rapidez y seguridad sin necesidad de pagar peaje? ¿Qué repercusión económica tiene? ¿Cuánto dinero ha costado a los valencianos la prórroga de la concesión de la AP7 y sus servidumbres? ¿Por qué nuestros aguerridos salvadores de la patria ignoran esta reivindicación? ¿En qué medida se perjudica la competitividad de los puertos que pertenecen a la Autoridad Portuaria de Valencia, que incluyen las instalaciones de Sagunt y Gandia? ¿Qué dicen al respecto Isabel Bonig, Federico Félix o Manuel Broseta? ¿Por qué nos volcamos en la puesta en marcha del AVE „solo para viajeros„ cuando ignoramos infraestructuras fundamentales para zonas con firme expectativa de desarrollo y progreso?

Los silencios son significativos entre nosotros. Martín Domínguez Barberá, en 1958, era partidario de romper los silencios cobardes de los valencianos y los silencios frívolos del resto de España, aunque hubiera que jugarse el tipo en el empeño; no hace falta recordar que Martín fue defenestrado. Joan Fuster analizó la singularidad amarga de su país sin política ni políticos; Fuster fue vilipendiado y bombardeado en 1981. Hace poco, el siciliano Andrea Camilleri afirmaba que «un país que se resigna, está perdido». Mucho corredor ferroviario, pero la autovía con más tráfico del litoral mediterráneo español seguirá con 90 kilómetros sin acabar. No se sabe si se trata de un problema de miopía o de que ciertamente hay ignorantes e incultos en la sala de máquinas del Consell.