El comité de sabios presidido por Manuel Lagares entregó al Gobierno un exhaustivo planteamiento de bases para la redacción de la próxima ley fiscal. Fue loable la iniciativa de encargarlo a un grupo de expertos economistas y fiscalistas como medio de romper la habitual endogamia de los proyectos unilaterales del Ejecutivo, que aún antes de entrar en debate parlamentario atraen objeciones y manifestaciones públicas capaces de abortarlos o desnaturalizarlos, además de condenarlos a una insatisfactoria promulgación en solitario. La visión plural, sin compromisos políticos ni partidarios, puede ser buena práctica aunque carezca de fuerza vinculante. Es normal que el gobierno comparta unas bases y prescinda de otras, pero la vicepresidenta Sáenz de Santamaría ya ha anunciado por donde irán algunos tiros.

A juicio de la oposicion, esos tiros apuntan contra la mayoría y a favor de «los de siempre». Está muy bien rechazar la recomendada tributación por primera vivienda, pues hasta ahí podríamos llegar en las circunstancias de hoy y de los proximos lustros. Pero rebajar el tipo máximo de IRPF y el Impuesto de Sociedades beneficiará a una minoría, mientras que el todo social deberá compensarlo con una nueva subida del IVA, impuesto indirecto de aplicación general. Para ese viaje, sobraban los sabios. A saber por dónde salen las muchas recomendaciones que no han sido reveladas ni lo serán hasta que el Gobierno prepare su propia receta. La primera dosis informativa no parece ser el mejor estimulante para el voto progubernamental en las elecciones del 25 de mayo.

El problema sigue siendo el de las visiones macro, insensibilizadas a las carencias y zozobras del ciudadano medio. Tal vez la hipotética neutralidad de los comités de expertos les impida bajar a la calle y conciliar las grandes doctrinas neoliberales con las expectativas sociales. Pero los purismos doctrinarios no mueven el crédito ni crean empleos en la medida en que la gente los necesita para sobrevivir con dignidad. La conciencia común se siente burlada con tanto saber teórico y sobre todo con el hecho de no ser llamada a consulta sobre la realidad pura y dura. Los sabios de la doctrina no siempre lo son de la experiencia. A los filósofos que llamaban a las puertas de la Repúbica aconsejaba Platón regalarles caballos para que se fueran por donde vinieron. Salvo error u omisión, esta primera experiencia de asesoramiento amplio puede quedar en bluf y coartada. Una pena.