Valencia y decenas de municipios de la Comunitat Valenciana bullen estos días con las Fallas, sus fiestas grandes, con el reto particular de conseguir en 2015 la declaración de patrimonio de la humanidad. Ha sido una grata noticia que el Gobierno español haya decidido presentar a la Unesco una sola candidatura el año próximo a este prestigioso reconocimiento del que ya gozan la Lonja, el arte rupestre, el Misteri y el Palmerar d´Elx, el Tribunal de las Aguas y la Muixeranga. La existencia de un solo aspirante incrementa la posibilidad de éxito. Sin embargo, la declaración que se pretende acarrea muchos condicionantes que los actores de la fiesta, institucionales y de la sociedad civil, deben tener en cuenta para alcanzar el éxito y mantenerlo.

Una de las cuestiones que tendrán que acometer los instructores del expediente será la de conformar el cuerpo de materia inalterable de la fiesta, lo que constituye su esencia misma. La música, la pólvora, la indumentaria, la flor y, por supuesto, el monumento, aunque en las fases iniciales de la solicitud de declaración como patrimonio de la humanidad, el hecho de que uno de los bienes a proteger acabe destruido se percibe como algo negativo.

Ante el reto del reconocimiento universal, probablemente sea el momento de fijar lo que la fiesta quiere ser con la celebración de un congreso fallero que fije las líneas de futuro, pero no de asuntos menores, como se pedía recientemente, sino sobre las cosas que han hecho grandes a las Fallas.