Con el mismo espíritu religioso que hace 409 años, la Iglesia del Patriarca celebra hoy su fiesta de la Octava del Corpus, instituida por su fundador, San Juan de Ribera. Con el original ceremonial que él había conformado, inspirado en el utilizado por el rey David en el traslado del arca de la Santa Alianza del Antiguo Testamento; y en cumplimiento de su voluntad expresada con estas palabras: «Porque ha sido Dios servido de darme vida para dar principio a esta solemnidad, queremos que continúe en adelante como lo hemos dispuesto en la consueta que dejamos para regimiento de la sacristía». En efecto, el sacristán-sacerdote de la institución, su acólito-ayudante y demás personal de la sacristía, siguen al pie de la letra todo lo dispuesto por el santo Patriarca en el libro que recoge todo el ceremonial que se oficia en su Capilla. En especial los capítulos 52 al 58 titulados «lo que en esta Iglesia se hace para la fiesta del Santísimo Sacramento». Desde la limpieza exhaustiva de toda ella y objetos de culto, hasta el ornato de altares con sus hermosos frontales damascados y el ensayo de toda la música instrumental y coral que acompañará los oficios de la mañana y tarde.

Una fiesta que antaño contaba siempre con la presencia del virrey de Valencia, acompañado de su numerosa escolta de soldados que hacían guardia en las puertas del Colegio y de la Iglesia. También del Consell en pleno y de los Jurados con los tabales y trompetas de la ciudad. Y que gozó de inusitado esplendor en su primera centuria, cuando su programación incluía representaciones de autos sacramentales en lengua valenciana en el claustro renacentista del Colegio, siendo los preferidos «El Castell d´Emaus» y «L´Església militant», dedicadas por su autor, el valenciano Juan de Timoneda, «al ilustrísimo don Joan de Ribera, Patriarca de Antioquía, arzobispo de Valencia y del Consejo de su Majestad». Corpus del Patriarca tan arraigada en el pueblo valenciano que, si no podía la catedral hacer su gran procesión a causa de la lluvia o cualquier otra forzosa circunstancia, el cabildo había dado licencia para que fuera sustituida por la del Patriarca que discurre guarecida por el techo del claustro. Como así sucedió en alguna ocasión.

El paso del tiempo ha borrado algunos de estos espectaculares elementos. Sin embargo, no se echan de menos ya que, lo que se ha perdido en espectacularidad se ha ganado en recogimiento interior y adoración al Santísimo Sacramento, que era lo que especialmente pretendía el Patriarca de todos los asistentes a su Corpus para los que, agradecido, les reservó en su Real Capilla perpetua memoria en las oraciones del día siguiente con este mandato en su Consueta: «Que todos los años perpetuamente se diga aniversario otro día después del octavario del Santísimo Sacramento, por todos los que hubieran sido y fueren devotos de este admirable misterio». Como así se cumple.