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Messi y Neymar solo dos por el número uno

El Mundial ha perdido morbo. Portugal o lo que es lo mismo, Cristiano Ronaldo, ha sido eliminado. La lucha por el privilegio de ser considerado número uno del mundo ha quedado entre Messi y Neymar. La cuestión sólo atañe al Barcelona. El Madrid ha quedado marginado. La permanencia de los dos grandes astros del club catalán asegura un duelo fratricida. Tal vez, mientras ambos opten a la aclamación se topen con los problemas sociales que arrastran y sus nombres continúen en los expedientes de Hacienda y en las reclamaciones judiciales.

La eliminación de Cristiano, prevista antes del partido contra Ghana, puesto que necesitaba un resultado de goleada y que le favoreciera, como ocurrió, la confrontación entre Alemania y Estados Unidos, dejaba reducido el número de protagonistas. Y no solo para ser el mejor, sino por lograr el honorifico título de máximo goleador, aspiración que ha quedado en una diana regalada por el guardameta ghanés. No hubo enjuague entre germanos y estadounidenses. No valieron los antecedentes penales de los germanos en el Mundial-82 donde protagonizaron el vergonzoso empate con Austria que favorecía a ambas selecciones. Esta vez no sirvieron las buenas relaciones entre los entrenadores, Klinsman y Low, ni la buena relación que se supone a Obama con la señora Merkel. Ganó la deportividad.

En la faceta goleadora se ha unido a los barcelonistas el alemán Muller. Es más, su compañero Klose ha conseguido igualar el número de tantos que había marcado Ronaldo, el auténtico. Para el alemán, brasileño y argentino queda la cuestión de los marcadores.

Se da la circunstancia de que todavía no ha sido superada la marca del francés, con origen materno español, Just Fontaine, que en el 1958, en Suecia, cuando solamente competían dieciséis selecciones, marcó trece goles, siete más que Pelé, que llegó a la final. En esta cuestión viajan por delante los brasileños que han contado con artilleros de primer orden porque además del citado Ronaldo gozaron con Leónidas, quien igualó con el polaco Willimovki en la nunca mejorada marca de cuatro goles en un partido. Fue en el Mundial de 1938, que acabó con prórroga en 6-5 y ganaron los brasileños. Fue igualada la proeza por el español Butragueño, en México-86, contra Dinamarca. Brasil tuvo como máximo goleador del torneo del 50 con Ademir.

Neymar está demostrando mayor potencial con Brasil que con el Barça. No parece descabellada la teoría de que en el Camp Nou juega condicionado por la presencia de Messi a quien hay que rendir pleitesía. Neymar entrará en el olimpo brasileño si consigue llevar a su selección a la conquista del título. En un país en el que el fútbol ha perdido parte de su identidad con el pueblo por los escándalos económicos, se precisa un manto de armiño para con el balón tapar los desafueros causados por el Mundial.

El fútbol siempre ha tenido poder balsámico. Lo fue en determinados momentos históricos y puede serlo ahora en Brasil. En España perdido el poder de placebo que ejerce este deporte y el que se deseaba de nuevo con la selección, hay que poner ahora todas la posibilidades terapéuticas en Nadal, que está en Wimbledon, y en Contador que arranca enseguida en el Tour.

Messi tiene mayor compromiso. No le bastará con ser designado el número uno, ni con ser el más eficaz goleador. A Messi se le exige en su país que sea capaz de conseguir el titulo mundial. En Argentina todavía se cree en Maradona. La tesis balompédica fundamental reposa en la victoria mundialista. Sólo así los argentinos podrán comparar a Messi con Maradona.

Cristiano ha quedado para mejor ocasión. La eliminación de su país ha sido benefactora para el Madrid. Con el descanso podrá recuperarse de la lesión de rodilla que arrastra desde el final de la Liga española. A veces es cierto aquello de que no hay mal que por bien no venga. (Florentino dixit).

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