Los resultados de la Diada del 11 de septiembre, el desenlace de la consulta marcada para el 9 de noviembre en Cataluña, las declaraciones de Jordi Pujol en el Parlament catalán, y el veredicto de las urnas sobre la independencia escocesa el día 18, marcarán el discurso territorial para los próximos meses.

Cuando el sociólogo polaco Stanislaw Ossowski dijo aquello de que el deber del intelectual es pensar de manera desobediente, estaba incidiendo en que las batallas por las ideas son obstinadas y acaban volviendo a sus orígenes. No se puede poner puertas al campo ni existe razón para imponer las doctrinas porque sí. Los catalanes, como los escoceses, acabarán pronunciándose sobre su futuro. Hay que convencer y los Estados fuertes no vacilan para ser magnánimos con los territorios que los componen. España falla y por ese motivo Cataluña quiere emanciparse. Los vascos vienen detrás. La Unión Europea está en crisis de existencia y de identidad. La Rusia de Putin se ha anexionado Crimea sin apenas resistencia y ahora avanza en el sureste de Ucrania, donde ha sido abatido, sin esclarecer, un avión malasio con 298 personas a bordo violando todos los principios internacionales de seguridad.

Las previsiones del referéndum en Escocia han disparado las alarmas financieras internacionales con la caída constante del cambio para la libra esterlina. El Gobierno español se estremece por la que le viene encima. Los catalanes partidarios del derecho a decidir adelantan una victoria difícil de interpretar. Muchos ya se inquietan por si realmente serán más felices apartados de España. Así, Alemania, Francia, Italia y por supuesto Gran Bretaña, acusan el cansancio crítico por mantener un liderazgo a cualquier precio. No eran tan fuertes cuando nos hacían sufrir postrados en el furgón de cola de una comunidad europea que se comporta como cruel madrastra para exprimir a españoles, griegos, portugueses y chipriotas. Angela Merkel no tiene nada que ver con el espíritu europeísta de Konrad Adenauer, a quien se le permitió ser fundador del Mercado Común Europeo en el Tratado de Roma (1957). Perder la II Guerra Mundial en 1945 y recuperar los puestos de cabeza en el concierto mundial es mérito de una gran potencia. Merkel viene de la Alemania del Este y se nota.

Los catalanes se sienten débiles, excepto el líder de Esquerra Republicana de Cataluña, Oriol Junqueras, con su convocatoria a la desobediencia civil que plantea la firmeza radical y el deber de ejercer los derechos democráticos por encima de las normas que dictan los políticos con mando en plaza. Manuel Valls, Matteo Renzi y Pedro Sánchez más parecen tres mosqueteros en escena que los líderes del socialismo europeo desarbolado. Tienen mucho que hacer y la responsabilidad de trasladar el federalismo europeo a la organización territorial de sus países. ¿Somos europeos nada más para desactivar a los separatistas? ¿Se puede ser ciudadano del mundo desde el alejamiento de los Estados al uso? El Reino Unido ha respondido por boca de su ministro de Economía, George Osborne, con un generoso plan para Escocia, si no se separa. ¿Rajoy, Guindos y Montoro aprenderán?

Sobre el escenario político español planea la amenaza de una convocatoria de elecciones que hundiría los resultados de CiU y consolidaría los avances de ERC que, por otra parte, parecen imparables, tras la espantada y resurrección de J. A. Duran i Lleida. Las filtraciones apuntan a que el ala democristiana, en fase levantisca, juega sus bazas impulsada desde Caixabank (dueña del Banco de Valencia y del negocio hispano de Barclays) y las grandes empresas catalanas, empeñadas en preservar la unidad española de mercado. Una meta más mercantil que ideológica.

La Comunitat Valenciana aparece desubicada en este panorama político de crisis valenciana, dentro de la crisis española, en un contexto de crisis europea y mundial. La desvertebración territorial avanza y se escenificó en el acto político del PP en Castelló, casal del president Alberto Fabra, a quien le hicieron el vacío sus correligionarios de Alicante. Una vez más Alacant apart y Alacant contra València, títulos de dos excelentes ensayos que analizan el tema. Un separatismo suicida que va desde la esfera política a la empresarial, pasando por la desmembración del conglomerado provincial alicantino con varios reductos enfrentados e inconexos: Alcoi, Elx, Alicante capitalina, la Marina Alta (Dènia), la Marina Baixa (Benidorm), Xixona, Orihuela-Torrevieja o Villena. Muchas taifas urbanas y comarcales que apenas permiten vislumbrar un conjunto común con futuro. El proyecto de Comarcas Centrales (la Safor, Vall d´Albaida, la Costera, l´Alcoiá) constituyó un intento que desactivó el Partido Popular para preservar el provincianismo, en el que las fuerzas vivas castellonenses se sienten confortadas más como cabeza de ratón, que en su papel de interconexión con los vecinos de Aragón y Cataluña. Al fondo, Europa. Todo un reto territorial.