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La horma de su zapato

Habituado a que los rivales se desesperen ante sus planteamientos rocosos y a que los árbitros bailen al son que él marca, el At. Madrid sucumbió en Mestalla víctima de una sobredosis de su propia medicina. El Valencia recurrió a las mismas armas que ha venido utilizando el Atléti para imponer su dominio a lo largo de la anterior campaña: defensa infranqueable y ataques fulgurantes. Es decir, Nuno le recetó a Simeone esa especie de aceite de ricino táctico que le va divinamente al cuerpo que lo genera, pero que suministrado a los rivales, les sabe a demonios. Ese fue el secreto del Atlético triunfal del curso pasado, que contó con las bendiciones de la prensa madrileña. Ahora „o antes, en los gloriosos tiempos de Rafa Benitez„ cuando es el VCF quien desarrolla ese tipo de juego, la cátedra central se nos pone finolis y habla de antifútbol, vuelve a resucitar lo de «equipo bronco y copero» y mira de refilón a los árbitros. Son así de sectarios.

Lo bien cierto es que el VCF superó la primera prueba de fuego real ante el vigente campeón de Liga, con más claridad en el marcador que suficiencia en el juego. Ante una división acorazada como ésta que comanda el Cholo, Nuno obsequió a su colega con la horma de su zapato. Así que tras un avasallador arranque, el VCF replegó velas y se limitó a exprimir al máximo sus recursos, para controlar el choque durante el mayor tiempo posible. Nada de florituras. Fue más práctico y eficaz que su rival que vio como su artillería se perdía en salvas de fogueo. Incluso desperdició un penalti, interceptado por Diego Alves en el momento más delicado del choque. Lo cual ya no constituye noticia.

El meta brasileño no sólo se ha convertido en un especialista consumado en atajar penas máximas, sino que ahora mismo, a un partido de cubrir sus cien oficiales con la camiseta valencianista, es un pilar fundamental del equipo. Quienes, por razones patrióticas, sentimentales, administrativas, o vaya usted a saber qué, defendían con uñas y dientes la opción de Guaita para la titularidad, se habrán convencido ya de que no hay color entre ambos. El VCF acertó este verano al decantarse por uno y desestimar al otro. Ya fuera decisión de Salvo, de Rufete, de Ayala, de Otxotorena, o del mismísimo Mr. Lim „también consumado especialista en «arquerología», la ciencia que estudia a los guardametas„ el responsable de aquella elección, acertó plenamente. Que le abonen una prima extra. El caso es que al VCF le bastó con su recuperado poderío defensivo, para capear el temporal. Otamendi, el macho alfa de la manada, impuso su jerarquía a un rival de cáscara amarga. Mustafi echó el cerrojo. Entre ambos, Javi Fuego barría el balcón y encauzaba la salida de balón. Como guinda, el capitán Parejo, enfriando con inteligencia las acometidas rivales.

Encima, el árbitro no dudó en anular un gol por manos al Atlético, un equipo acostumbrado a hacer valer su criterio en la interpretación del Reglamento. Pero el VCF le perdió el respeto y en todo momento impuso su filosofía. El sábado, a las primeras de cambio, Mestalla sacó del campo a un adversario áspero, duro de roer. Luego, cuando éste intentó regresar al partido, era tarde. Para entonces, el campeón ya se había perdido. Y no acertó a encontrarse.

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