Mi analista político de barra ha sido tajante: no te creas para nada que la marcha atrás del PP en el tema del aborto esconde un temor demoscópico a una posible fuga de votantes; tampoco te creas para nada que se trata de un gallardonicidio para librarse del polémico exministro de Justicia. Mi cervecero asesor está convencido que la decisión se debe a un pacto entre populares y socialistas. Rajoy quiso congraciarse y cambiar cromos con Pedro Sánchez.

Al hombre, adicto a los debates televisivos, le parece que el temido macropacto, previsto para después de las elecciones, no se llegará a hacer. ¿Por qué?, le interrogo ingenuamente. Muy sencillo, la gran coalición que algunos aventuran, afirma con rotundidad este politólogo aficionado, ya está hecha de tapadillo desde hace un tiempo. El acuerdo de facto sellado a escondidas ya funciona, me indica el susodicho comentarista amateur. Con la boca llena de un montadito de sobrasada me anuncia que el idilio comenzó cuando entre ambos se apuntaló a la monarquía. En el relevo de Juan Carlos I se logró aplacar el clamor republicano y posponer el tema unos pocos años. En cuanto a los anhelos soberanistas catalanes, los socialistas no han hecho la sangre que debían con un Rajoy que mete la gamba continuamente. Y eso que el PSC se ha desangrado en una grave hemorragia causada por las fugas de relevantes dirigentes de su partido.

Mi asesor de cañas presenta como una prueba más de sus teorías los acuerdos vergonzantes sobre los viajes de los diputados. Con la que está cayendo, ese consenso ha chirriado lo suyo. Los intentos de crear un frente común, finalmente desestimado, contra la corrupción o los acercamientos entre ambas formaciones en comunidades como Navarra o Asturias avalan sus suposiciones. Este contertulio particular, que se me ha pegado a rueda en el bar, recuerda las declaraciones de Felipe González a favor „si fuera necesario„ del gran pacto. Necesario, ¿para quién? Este cultivado hombrecito me quiere vender la moto como en un anuncio de teletienda.

El próximo episodio que se avecina, según mi interlocutor, es la lucha conjunta contra Podemos. Los ataques virulentos contra esa peña de iluminados, que causan furor en las encuestas, forman parte del próximo episodio bélico que ambos ejércitos en declive van a librar. Un sueldo de 1800 euros mensuales en una universidad ha desatado las hostilidades. El incidente es tan nimio que resulta patético que populares y socialistas hayan gastado su munición en esa menudencia. Este entusiasta comentarista me quería hablar de lo sucedido entre UPyD y Ciutadans. Le dije que llevaba prisa. Pagué las consumiciones de ambos y me despedí. Su próximo oyente se hará cargo de la próxima ronda.