Esta propuesta no aspira a despertar el menor interés en un político de la UE (ni a prosperar, claro) pero ahí va: la guarda de las fronteras exteriores de la Unión debería estar encomendada a una policía europea de nueva creación, dependiente de forma directa de la Comisión. El principio es obvio: que defienda las cosas quien más interés tiene en esa defensa. No se trata sólo de evitar situaciones como la que se vive, de severas críticas de la UE a España por la forma de defender la frontera en Ceuta y Melilla, o sea, por el modo de hacerle a la propia UE el trabajo de contener la emigración ilegal a Europa.
Se trata sobre todo de dar el primer paso para que la Unión se configure de veras como Estado: disponer de sus propios medios para la defensa del perímetro. Técnicamente bastaría con traspasar al nuevo cuerpo el mando de los efectivos nacionales que hoy defienden las fronteras.