Opinión

Vicent Mengual

Un anhelo de paz

Un reciente anuncio de los supermercados Sainsbury's rememora un hecho sucedido hace 100 años. En las Navidades de 1914 las circunstancias favorecieron un acontecimiento único, que ha llegado a ser calificado de mágico. Posiblemente muchos hombres insignes „Mozart, Faraday, Einstein, Gandhi?„ cederían gustosos las celebraciones con que les conmemoramos, para que el canto de paz y amistad que sonó en la Nochebuena de 2014 retumbase en todos los rincones. El hecho trató de ser ocultado por los poderes y ha pasado a la historia como Tregua de Navidad.

Las tropas profesionales han sido el instrumento fundamental de la guerra. Los ejércitos de mercenarios, antecesores de las modernas empresas militares privadas han sido también muy comunes. La Primera Guerra Mundial, sin embargo, fue llevada a cabo con ejércitos de reclutamiento, muy numerosos; las modernas armas de la época frustraron las iniciales cargas frontales conocidas hasta entonces; un larguísimo frente se estabilizó: la guerra de trincheras. Solamente dos flancos en el frente de occidente: los Alpes y el Mar del Norte.

Durante la Nochebuena, en una zona del sector belga del frente, desde la trinchera alemana se entona un Noche de paz respondido con otros villancicos desde la trinchera aliada. Todos juntos continúan con Adeste fideles. Algo impensable con tropas profesionales o mercenarias, algo imposible durante una carga frontal o un bombardeo. En algún momento los soldados salen de las trincheras inquietos y cautelosos; ninguna arma; apretones de manos, intercambios de comida, bebida, tabaco, deseos de amistad; enterraron a los muertos, y hasta jugaron al fútbol.

Se reconocieron unos a otros como hombres horrorizados por la guerra y a quienes obligaban a matarse entre ellos. Estos hechos se extendieron a todo el frente, desde el Mar del Norte hasta Suiza. El 26, la guerra se reanudó. En ambos bandos el alto mando se aplicó en ello, y en eliminar los rastros de lo que había sucedido. Hubo fusilamientos y traslados de tropas; se estableció una rigurosa censura de la correspondencia y se secuestraron ediciones enteras de periódicos.

En las guerras, el alto mando se reserva la facultad de pactar una tregua, pero lo que sucedió en la Navidad de 1914 no fue una tregua, fue un anhelo de paz que hubiese fácilmente conducido al fin de la guerra „cinco meses tras su comienzo„ a no ser porque fue reprimido por algunos. Ya apuntaba Mafalda: «Por impresionante que resulte el progreso tecnológico desde el arco y la flecha hasta el misil teledirigido, cuán deprimente es lo poco que han cambiado las intenciones». Y yo precisaría, con el permiso de Quino: «Las intenciones de algunos».

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