Opinión
Xavier Latorre
Lápidas
Hay tics anticuados en la Administración que habría que erradicar, como el de colocar el nombre del político de turno que inaugura una instalación pública en una placa. Las plazas, los colegios, la nueva estación de tren o un tramo de autovía, aunque con la deuda pública galopante valenciana ya no hay apenas nada que inaugurar, las pagamos todos de nuestros bolsillos y no es plan de poner la lista de contribuyentes que no rehúyen al fisco en el frontispicio de un matadero municipal. En algunas localidades valencianas se ha abusado del mármol y del metacrilato. Una nueva ley valenciana contempla la erradicación de esos honores a delincuentes condenados que exhibían su obsceno poder por nuestros pueblos con una parafernalia grotesca.
Ahora, las brigadas municipales de algunos ayuntamientos han comenzado la retirada de esas dichosas placas. Benlloc y L'Alcora, en Castelló, de distinto signo político, ya han arrancado las inscripciones tatuadas en las paredes de sus edificios públicos de personajes como el exconseller Blasco o el expresidente de la Diputación castellonense, Carlos Fabra, que cumple pena en la cárcel de Aranjuez. Benifaió, por unanimidad ha decidido borrar las huellas del tal Blasco de su ambulatorio y así ocurrirá en el sur con las lápidas en memoria del exalcalde de Torrevieja y exdiputado altivo, Pedro Hernández Mateo. Otros ayuntamientos más timoratos o más temerosos de esos prohombres caídos en desgracia en acto de servicio dilatan como pueden esa excomunión política solicitando informes e instrucciones al alto mando. Al paso que vamos con la ristra de imputados, nuestra Generalitat deberá crear un servicio público de recogida de lápidas honoríficas itinerante.
Con esa ley de Transparencia y Buen Gobierno deberán ser defenestrados esos nombres siniestros del recibidor de un centro de jubilados cualquiera. El desalojo de los nombres ha llegado hasta la Diputación de Castelló. Aunque lo suyo sería dejarlas puestas en su sitio, por ser más económico, aunque sería oportuno „para la posteridad„ añadir a la inscripción la lista de fechorías de esos ex ciudadanos ejemplares. Bajo de sus nombres y sus gestas delictivas podría anotarse también, una vez puestos, el sobrecoste de la obra y las desviaciones presupuestarias que ocasionó su finalización. Serían placas mucho más pedagógicas que demostrarían por los siglos de los siglos que algunos, entre delito y delito, iban por ahí de gira haciendo creer que ellos nos pagaban el polideportivo, la ridícula fuente de la que ya no sale ni gota de agua, la tele que no emite, el circuito inútil o la Ciudad de la Luz apagada. ¡Hay que aplacar la corrupción como sea!
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