Opinión
Juan José Millás
Ya digo
Me informan de que en las cenas y en las comidas de Navidad se ha hablado mucho de la distancia entre la caca y la mierda. Me refiero naturalmente a la caca de Rafael Hernando y a la mierda de Pablo Iglesias. Recuerdan ustedes el debate, supongo. Todo ello en presencia de los langostinos y el cordero. Estamos teniendo, pues, unas fiestas escatológicas. En algunas reuniones, a causa de un cuñado o una prima de Barcelona, apareció también el tema catalán. En muy pocas familias salió a relucir, no sé, el Libro del desasosiego, de Pessoa, reeditado hace poco con motivo de algún aniversario. Se debe a que Pessoa no tiene presencia en la tele. La tele nos señala aquello acerca de lo que debemos discutir, así como el tono en el que debemos hacerlo. No está mal visto que las opiniones se expresen de forma más violenta a medida que aparecen los licores destilados que se sirven, ingenuamente, a modo de digestivos.
El problema es que lo que en la tele es mera representación (los adversarios se toman un café al abandonar el plató), en los encuentros familiares es real. Los padres y los hijos no representan, presentan. La historia suele acabar mal, porque para eso empieza, para acabar mal, y la discusión termina con un puñetazo en la mesa o peor. Resulta muy desagradable, pero la gente no sabe frenarse. Tampoco tienen, como en la tele, quien los frene. Y no es porque en las familias no haya moderadores, sino porque también ellos van calentándose y acaban peleándose con los que se pelean y a causa del hecho de que estén peleándose. Es una caca, o una mierda, depende del punto de vista desde el que hablen.
Me llegan noticias de desencuentros dialécticos históricos. En algunas reuniones se ha pactado, antes de sentarse a la mesa, no hablar de política. Pero resulta muy difícil: tarde o temprano algún hilo de la conversación conduce inexorablemente a Podemos. Y ahí empieza una especie de lucha entre el futuro y el pasado que impide a los comensales disfrutar del presente (los langostinos y el cordero). No sabemos si el asunto cederá con el paso de estas fiestas tan entrañables. Por si acaso, vayan ustedes leyendo o releyendo a Pessoa. El Libro del desasosiego, ya les digo.
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