Opinión

Roberto Cantos

Pido gobernantes honestos

Queridos Reyes Magos:

Hace un año os pedí escobas para aquellos que, entonces, podían y debían barrer la suciedad que anida en todos los rincones de mi casa, la casa de todos, la casa de las Españas. Pero saben Sus Majestades que se han portado mal, muy mal. Cada día viven con mayores riquezas al tiempo que generan más pobres, más desigualdades y más corrupción.

En el centro del jardín de esta casa se alza el árbol de la democracia. El árbol es joven pero está enfermo. En sus ramas viven los parásitos de la mentira. Frente a ella, la sociedad es extrañamente insensible. Nuestra democracia todavía no ha conseguido un derecho fundamental, el derecho a conocer la verdad. En el mundo de la política es, si cabe, más evidente. A veces, utilizan la mejor técnica, la organización, la retórica, el lenguaje de doble sentido, la propaganda, para lograr el objetivo de suplantar la realidad ante la conciencia de la mayoría de la gente. Las campañas electorales están llenas de promesas que quien las realiza es consciente, con los datos que posee, de la imposibilidad de cumplirlas.

En sus ramas anidan la indecencia, los abusos, las desigualdades, el deterioro de la convivencia, el individualismo egoísta, la codicia y los intereses particulares, olvidando el bien común de las personas y el interés general como objetivo de convivencia y de progreso.

«Ejército de hormigas en hilera/va trepando por él, y en sus entrañas /urden sus telas grises las arañas».

El árbol se nos muere. En sus ramas el gusano de las conductas deshonestas trasciende del plano individual y ha entrado en el corazón del sistema. Y lo hemos permitido. Las relaciones económicas, la economía de mercado, se ha degradado tanto que se ha convertido en un gran casino mundial en el que el afán de lucro y la codicia son los únicos motores y donde la banca siempre gana.

Queridos Reyes Magos, en las ramas de este árbol se abrazan la pobreza, la desigualdad y la exclusión social y los troncos de la democracia están carcomidos por las políticas y prácticas económicas dogmáticas que están rompiendo la cohesión social. Son los mismos gusanos que saquean las empresas públicas y desmantelan los servicios de educación y sanidad. La plaga que va minando poco a poco la savia del árbol se llama neoliberalismo, una concepción de la economía como actividad completamente separada de la vida social, que debe escapar al control de la política y que quiere sustituir a la propia democracia. Y esta infección mortal es la ideología de nuestros gobernantes.

Queridos Reyes, muchas mujeres y muchos hombres luchamos para plantar este árbol y lo hicimos con la esperanza de que ofreciera, robusto, la sombra que protegiera la libertad de generaciones de futuro. No os pido los productos para fumigar las enfermedades de nuestro árbol. No. Los insecticidas los tenemos. Os pido en este año electoral, gobernantes que sean parte del árbol de la democracia, gobernantes que tengan un discurso claro y diáfano, que sean honestos y transparentes, que luchen por el bien común, por el reparto de la riqueza y por la igualdad y la solidaridad. Os pido gobernantes que sepan fumigar y que fumiguen. Desterrad del poder a esta mafia que ha corroído las entrañas de la democracia.

Melchor, Gaspar y Baltasar, en Sus Majestades confío mi esperanza machadiana: «Olmo, quiero anotar en mi cartera/la gracia de tu rama verdecida./Mi corazón espera/también, hacia la luz y hacia la vida,/otro milagro de la primavera».

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