Opinión
José A. Doménech Corral
El milagro de los Reyes Magos
Sobre los Magos, y a través de los siglos, se ha ido fraguando una leyenda hasta convertirse en verdadera tradición popular: Que descendían del gran profeta bíblico de Mesopotamia, Balaam. Que eran tres en representación de las etapas de la vida del hombre (niñez, adulta y ancianidad). Que regalaron a Jesús las mismas monedas de oro acuñadas por Terah, el padre de Abraham, y las mismas con que José compró en Saba los perfumes para embalsamar el cuerpo de su padre Jacob. Que sus nombres, escritos en una cinta atada a la muñeca, preserva de la epilepsia. Que años más tardes se hicieron cristianos, siendo bautizados por santo Tomás en un viaje que hizo éste a la India. ¡Y que sus restos yacen sepultados en la catedral de Colonia!
Pero al margen de la duda, para muchos razonable, de su presencia en Belén „ya que la espectacular llegada de unos Magos de Oriente con su larga y exótica caravana a una insignificante aldea como era entonces Belén, solo fuera narrada por san Mateo y pasara desapercibida para los otros tres evangelistas„ no se puede negar la verdad histórica del gran milagro que obraron allí, siglos después de su visita evangélica, según atestigua cierto guía turístico judío de cuyos labios lo escuché en un viaje que efectué a Tierra Santa. Y es que salvaron de la destrucción total a la Basílica del Nacimiento que mandó edificar santa Elena (a. 330), madre del emperador Constantino, para guardar el lugar donde nació Jesús. Una magnífica fortaleza sobre una ciclópea roca, en la que figuran representados en el muro de su fachada los Reyes Magos.
Tan pronto los conquistadores musulmanes de los Santos Lugares se acercaron a ella siglos después, dispuestos a destruirla, y se apercibieron de esta representación de los Magos en la fachada, frenaron sus demoledores impulsos. Pues creyeron que se trataba de reyes antepasados de su raza que habitaron allí y, respetando el lugar, desistieron de su empeño. Este es el milagro que los Reyes Magos obraron en Belén; y gracias a él, la Basílica del Nacimiento es el único monumento de su época que sigue en pie. Porque todos los demás fueron arrasados en nuevas conquistas musulmanas, si bien después reconstruidos.
Pero es una pena que esta representación de los magos no quede en la actualidad ya a la vista, después de cierta modificación que en la Basílica introdujo Justiniano I (a. 540) añadiendo al atrium primitivo tres ábsides en saledizo que la ocultan. Si bien en mi visita a Belén, los religiosos franciscanos custodios de los Santos Lugares me aseguraron que tenían intención de reproducirla bien visible en la fachada actual. Como perpetuo y agradecido homenaje a estos reyes.