Opinión

Xavier Domènech

La amenaza es para todos

Hace trece meses, el 20 de noviembre de 2013, los redactores de Charlie Hebdo publicaron una tribuna en el diario Le Monde para responder a las acusaciones de racismo que notaban en su entorno tras haber publicado chistes protagonizados por clérigos musulmanes. Entre otras cosas, el artículo decía: «El Charlie Hebdo de los años 70 ayudó a formar el espíritu crítico de una generación. Burlando a la autoridad y los poderosos, riéndose a grandes carcajadas de los problemas del mundo, pero siempre, siempre, siempre defendiendo la persona humana y los valores universales asociados a ella. (...) Hace cuarenta años, abuchear, execrar, ser irreverente con las religiones era un camino necesario. Quien quisiera criticar la marcha del mundo no podía dejar de cuestionar el poder enorme de los grandes clérigos. Pero según algunos, por cierto cada vez más numerosos, hoy habría que callar. Charlie consagra muchas de sus portadas a los papistas, pero la religión musulmana, bandera impuesta a innumerables pueblos del mundo, se lo debería ahorrar. ¿Por qué diablos? (...) Nos negamos a escondernos detrás de nuestro dedo meñique, y continuaremos, claro está. Aunque sea menos fácil que en 1970, seguiremos riéndonos de los sacerdotes, los rabinos y los imanes, guste o no. ¿Somos una minoría? Quizás, pero orgullosos sin embargo de nuestras tradiciones».

La prensa satírica es un signo de salud democrática. Las dictaduras y los totalitarismos odian los chistes contra su poder y sus supuestas grandes verdades, y persiguen a los humoristas que los crean y divulgan. Por contra, los gobernantes demócratas aguantan las burlas con una sonrisa y defienden que los bromistas las puedan continuar haciendo. La masacre de ayer en la redacción de Charlie Hebdo „entre cuyas víctimas se encuentran algunos de los más celebrados dibujantes humorísticos franceses, maestros europeos del chiste„ es un ataque directo a la democracia, en nombre de una manera de entender el mundo incapaz de asimilar la libertad de pensamiento. Para muchas de las voces que se han alzado en Francia, es un ataque al corazón de su república. Para todos los ciudadanos que queremos vivir en libertad en medio de otros ciudadanos en ningún caso menos libres que nosotros, la matanza de ayer es un ataque directo a nuestra forma de ser en sociedad, una amenaza concreta que de ninguna forma nos es ajena.

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