A pesar de su escasa vegetación y su débil atractivo turístico, siempre me han fascinado los desiertos, con su contraste térmico día-noche, sus adaptaciones y sus procesos erosivos. Y aún más auqellos que se originan por una corriente marina fría, que estabiliza el aire. Son todo contrastes: pingüinos ó leones marinos y aridez; mar y sequía. Su potencial hídrico no viene del cielo, sino que fluye en horizontal, por advección de aire frío saturado procedente del mar, las nieblas. Ese potencial se ha estudiado en países con esas características como Chile, Perú ó Sudáfrica. En Chile, el agua de las nieblas daba agua a los 330 habitantes de Chungungo. En España, la doctora Victoria Marzol, de la Universidad de La Laguna, fue pionera en estos estudios, concretamente en el tinerfeño Parque Rural de Teno, aprovechando la humedad de los alisios. Esta fuente de agua no se puede desdeñar, especialmente en las regiones más áridas de España, el sudeste peninsular y más con el previsible incremento de los consumos. Varios colegas han investigado mediante captadores el potencial de las nieblas en montañas del sudeste, desde el macizo de Bernia, en Alicante al Cabo de Gata almeriense. Los mejores resultados se han dado en las sierras de Bernia y de Cabrera (Almería), con valores de 7,1 y 5,6 l/m2/día, es decir, más de 2,000 l/año, cuando la precipitación no alcanza los 700. En el resto de los casos, el agua obtenida por nieblas también superaba a la precipitación. Es siempre el invierno la estación con mejores resultados, lógico pues el aire es más frío, menor su capacidad de contener humedad y más fácil que con un ascenso alcance la saturación. En consonancia, el verano se confirma como el período con resultados más exiguos, tanto más cuanto más al sur. Muy a tener en cuenta.