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Jesús Civera

Candidatos

Primero el cotilleo de la plaza pública se propagaba entre el vecindario. Después, se «inventó» la prensa para encauzarlo y difundirlo bajo una inclemencia que la dotaba de legitimidad: había que marginar las no verdades de las verdades. Fundir las conjeturas y, tras amasar la amarga selección, presentarlas a la opinión pública como objetos veraces. El imperio de las redes sociales ha desterrado -por ahora- esa labor ganchillera, como la manufactura industrial se comió el talento del probo artesano. Ayer González Pons inscribió en el frontispicio de internet el siguiente mensaje: «En Bruselas tengo proyecto político y personal a largo plazo». De la frase no se puede extraer oro polisémico pero sí una rectilínea deducción positivista (y del positivismo victoriano, el de los Dupin, Holmes, Poirot...). González Pons no hace sino combatir rumores insensibles y contestar la rumorología de las encuestas, además de acorazarse contra la fuerza del destino. Un destino inexorable, si seguimos el dictado de los irracionalismos al uso, que en este caso coinciden con los designios de la dirección del PP. En Génova desean que GP regrese del frío para besar de nuevo tierra valenciana y encaramarse a la grupa del candidato/presidente. Un tablero de ajedrez marcado y, por eso mismo, repudiable. Pons, desde Bruselas, suelta lastre y coloca el espejo para que refleje la luz. No hay argumento racional suficiente para justificar el fondo de crueldad escondido detrás de la malévola intención de Génova. En Bruselas las nubes pasan exactas, como piezas de Mondrian metamorfoseadas en un universo de grises.

Geométricas, pausadas, inspirando la suave lluvia y produciendo atmósferas para Simenon o armonías para Thielemans. Las profecías de la prensa en Valencia y las voluntades de Madrid, sin embargo, se encarnan en una sospechosa encuesta según la cual el más conocido, en la CV, de todos los políticos populares conocidos, resulta ser GP, seguido de Isabel Bonig, seguida Bonig de Fabra, y seguido Fabra de Barberá. El rompecabezas es tan ligero como improbable. ¿Alguien firmaría una jerarquía así, contraria a toda lógica, sin perder el juicio? Hay que estar muy embriadado de manipulación para admitir el relegamiento de Barberá siendo como es la estrella del firmamento popular. Inconcebible.

Como inconcebible es el desdén mortificante de Génova ante Fabra a cuenta de la dichosa candidatura. Ni a los peores adversarios se les abandona desnudos en medio de la calle. Si son del propio partido, la ofensa alcanza la cima del ultraje. Las familias que dominan el PP, aquí y en Madrid, no quieren a Fabra. Tal vez por eso mismo posee todas las papeletas para convertirse en el candidato oficial. Su gran baza es la lucha contra la corrupción. Su otra baza es el abrigo que le otorga la imposibilidad que tiene el PP de explicar su relevo: el desprecio de los tres últimos años, el rechazo de la gestión, la admisión del gran error en el nombramiento y un etcétera vibrante. Y la tercera es que nadie desea -¿es que alguien ha asomado la cabeza?- recoger el testigo, como traslada GP en su «tuit» paradigmático. Hay otro problema: la humillación a Fabra es doble puesto que, aunque ningún candidato haya sido nombrado, nadie sostiene una presión tan agotadora como el jefe del Consell. Ni siquiera los señores y señoras de la ficticia Comunidad de Madrid. Pero, en fin, tal vez Génova piense lo mismo que el mundo pensó tras la bomba de Hiroshima: «Somos capaces de suicidarnos todos juntos». A todo esto, en Bruselas la tradición judeocristiana no ha dejado ni Reyes Magos, como subraya GP. Sin posibilidad de hechizo, el suicidio resulta una ordinariez.

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