Opinión
Jesús Civera
El Palau antisistema
El Consell Jurídic Consultiu, el Consejo Económico y Social y el Consell Valencià de Cultura se han expresado con rotundidad en contra de la ley de señas de identidad que impulsa el Consell de Fabra. Los argumentos son diversos pero encierran una raíz común. Los organismos estatutarios recuerdan al Palau que ya existen instituciones y poderes públicos que velan por los símbolos valencianos, que algunos elementos «identitarios» que el Consell pretende hacer objeto de veneración son en exceso triviales y que el consenso en estas cuestiones no es un material desdeñable o baladí. En un voto particular del Consell Jurídic, Margarita Soler amplía el debate y se pregunta si es de recibo imponer ciertas tradiciones. En efecto, no se pueden elevar a rango de norma costumbres de escaso peso histórico o que son objeto de disputa, como los «bous al carrer», censurada la fiesta por una parte de la ciudadanía al contener un fondo de crueldad, injustificable en términos morales. La tradiciones no son neutras; si actúan contra los derechos de la ciudadanía y los valores largamente conquistados son despreciables. ¿O es que alguien aceptaría algunos usos medievales por muy «tradicionales» que fueran? ¿La ablación?
La ley de señas es arrogante porque deja fuera a los consejos consultivos de la Generalitat -además de ignorar su posición crítica„ y sobre todo porque traza una frontera disuasoria entre los símbolos que hay que proteger y los que no. Es como si alguien se hubiera despertado de una pesadilla en el Palau o en la Conselleria de Gobernación y hubiera decidido bendecir determinados rasgos valencianos, por muy artificiales, novedosos o irrespetuosos que fueran, o sacrificar otros, templando un menú oficial y arbitrario.
El desaire del Consell alcanza al Estatut, el texto madre que reglamenta el gran pacto original: la inseminación del consenso. Y prescinde de la autoridad científica para identificar y propagar los ingredientes de la lengua vernácula, que ese mismo consenso concedió a la AVL. Tantos tiros al pie solo pueden provenir o de la burrera o de la lucidez. En el caso último, habrá que preguntarse si este Consell, a su edad, se ha puesto a producir una contrarrevolución, afectado por la fiebre de la moda antisistema. Con el mundo en contra „la AVL, el CVC, el CES, el CJC, las universidades y la oposición„, igual piensa que el mundo esta equivocado. En el caso primero -el de la burrera-, convendría organizar una marcha atrás estudiando previamente los niveles de ridículo soportables. En esta periferia, los símbolos e identidades se tratan desde una premisa irrenunciable (como saben los mayores del lugar) para no estimular las inquisiciones: el pacto político. Y esta vez el Consell se ha quedado solo.
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