Opinión

Juan José Millás

A trozos

El fragmento se opone a la totalidad, a la unidad, al conjunto, de ahí que tenga connotaciones negativas. La Unión Europea nació, en parte, de la sensación fragmentaria que transmitían las naciones del continente frente a gigantes como EE UU. Así, la peseta, el franco, el dracma, el marco, no habrían sido sino partículas de una moneda ideal, casi platónica, que hoy conocemos como euro. Amenazar a Grecia con su expulsión del sistema monetario común viene a ser como condenarla a la situación de un trozo. ¿Un trozo de qué? No lo sabemos. La medicina se mueve también entre esas dos tensiones: la de los especialistas que no ven más allá del hígado o del corazón, y la de los holistas, que tienen, o aseguran tener, una visión de conjunto. No escapa de este dilema bipolar la literatura, donde posee más prestigio la novela que el cuento. De hecho, se habla con frecuencia de la novela total, pero no del cuento total. Al relato breve se le niega la ambición de totalidad porque su consideración es la de una esquirla: un pedazo de un conjunto mayor. Quizá la globalización sea un efecto filosófico del pánico a lo incompleto o a lo que parece incompleto.

Todo esto complica el relato porque dificulta la distinción entre las tramas principales y las secundarias.

„Lanzamos a los enfermos al mar para que la patera no se hundiera „declara un inmigrante irregular.

La entrevista aparece en la esquina de una página remota del periódico. Caramba, piensa uno, lanzaban a los enfermos al mar para que patera no se hundiera. Esto es tremendo. Merecería por sí solo un capítulo importante de la novela total que trata de contarnos cada día el periódico. Imagínese usted arrojando al mar al enfermo que viaja a su lado en medio de unas olas amenazantes, frías, tal vez en plena noche. Es una experiencia de primera que tratamos ya como una rutina de segunda.

Quizá sea esta forma de impiedad narrativa la que está despertando de nuevo la pasión por el fragmento. Ahí está el asunto de los pequeños nacionalismos, pero también el hecho, por ejemplo, de que los jóvenes vean la tele a través de YouTube. A pedazos, como el que dice. Les aburre un programa seguido de cuatro horas, pero lo ven luego en su ordenador a trozos.

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