Opinión

Gustavo Zaragoza

El bienestar, a examen

Ya estamos en 2015, en apenas unas semanas comenzará el circo electoral, con sus caravanas, carteles y propaganda en las televisiones. Muy pronto se pondrá en marcha el mayor espectáculo de la democracia. Ese momento sublime en el que desde el Olimpo se acercan al resto de los mortales los designados para ejercer la tarea más noble: perseguir esa Ítaca inalcanzable que supone el bien común.

Ya avanzada, la democracia no resulta tan emocionante como las primeras convocatorias, con plazas de toros llenas, panfletos alfombrando las aceras y largas colas de votantes ante las urnas. Todo eso ha dejado paso a una cuasi apatía en la que este gran espectáculo comienza a verse como una feria de tercera. Los índices de participación cada vez son más bajos y la asistencia a los mítines deja asientos vacíos o se llena con enorme esfuerzo de la organización.

En esta ocasión, la fiesta de la democracia tiene elementos de estreno mundial, caras nuevas y estilos diferentes a la hora de presentarse ante los ciudadanos. Frente a esos alicientes se encuentran actores ya conocidos; eso sí, los veteranos han hecho un esfuerzo por cambiar de número, de ropaje e incluso han modificado el lenguaje para ser más próximos y comprensibles. Con todo, la incertidumbre es la principal protagonista de un tiempo electoral algo diferente al que estábamos acostumbrados en las últimas contiendas.

Los cantos de sirena, las promesas vanas y las mentiras van a estar presentes, escucharemos de todo: compromisos imposibles de cumplir y también obviedades repetidas una y mil veces, elevadas al rango de sublimes. En esta ocasión, más que ninguna otra, conviene estar atento a los mensajes que se lanzan y poner especial atención a lo que van a decir acerca de ese patrimonio colectivo que hemos construído con gran esfuerzo y que denominamos genéricamente políticas sociales. La indignación de la sociedad española tiene mucho que ver con el retroceso en bienestar social. Comienza a surgir la impresión generalizada, de retorno al pasado, algo que, sin duda, tiene que ver con las políticas antisociales que se han desarrollado los últimos años.

Blindar nuestra sanidad para que no pierda intensidad, reforzar la educación y garantizar las pensiones, junto al impulso necesario de los servicios sociales deben ser las principales tareas de aquellos que adquieran la responsabilidad de gobierno. Las consecuencias de una bajada de intensidad o eliminación de prestaciones sociales pueden ser demoledoras, las incertidumbres y riesgos que se pueden atisbar son de enorme preocupación y de inquietantes consecuencias. La ventaja es que le hemos visto las orejas al lobo. Conviene estar muy atentos, ahora somos conscientes de que algo que considerábamos instalado ha demostrado que es más frágil de lo que pensábamos.

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