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Los sondeos del PP, Fabra y Zaplana

En un viejo chiste de Forges, uno de los protagonistas de la viñeta le dice a otro: «Si las encuestas no mienten?». «Mienten», responde su interlocutor, con lo que el primero concluye: «Ah, bueno; pues entonces, nada». La realidad no acostumbra a ser así. Los sondeos son, en general, serios y rigurosos. Cuestión distinta es el uso torticero que de esos estudios hagan los clientes que los encargan, sean organizaciones privadas, partidos políticos o instituciones públicas. Los periodistas desconfiamos de todas las encuestas de carácter partidista con la misma intensidad con que deseamos conocerlas porque, se supone, nos pueden ilustrar sobre las tendencias de voto. De ahí el interés por conocer los augurios ocultos en los análisis efectuados por Pedro Arriola para el PP con el atractivo añadido, en nuestro caso, de los referidos a la Comunitat Valenciana, con la curiosidad morbosa de saber quién podría ser el hombre o mujer que intentará sacar del pozo electoral a los populares.

Consultados los oráculos habituales y visitadas las fuentes de rigor, los datos conocidos son tan prosaicos que no dicen mucho más allá de lo que dicta la lógica política. Vayamos primero con el morbo del candidato. Sometidos los acostumbrados (a saber: Alberto Fabra, Rita Barberá, Isabel Bonig, Esteban González Pons, María José Català y alguno más) al escrutinio público, el resultado es que da igual quién encabece la candidatura de los populares. Ninguno garantiza la continuidad del PP en la Generalitat. Alguno se destaca sobre el resto; pero los demás están tan mal valorados como Mariano Rajoy en España, incluida la sin par alcaldesa de Valencia, antaño un seguro de vida en las urnas. Ante tanta vacuidad nadie se sorprenda si es Fabra el responsable de conducir las huestes populares fuera de las instituciones autonómicas; aunque „siempre hay una adversativa en estos casos„ contra él jueguen dos hechos no menores. El primero: el PP (y por el PP entiéndase José Císcar, Barberá y Rus, entre otras figuras) no le quiere. El segundo: en Génova no se fían un pelo de él con independencia de la valoración que hacen de su gestión al frente del Consell y del partido. Los del aparato de Madrid andan escamados y recelosos por la relación que mantiene con Eduardo Zaplana.

Es cosa sabida que en la Villa y Corte son muy dados a las paranoias políticas y, como se suele decir, a proyectar escenarios políticos. Así que en la gran pantalla de Génova están viendo la siguiente película: el PP pierde sus dos bastiones más importantes, Madrid y la Comunitat Valenciana; consecuencia inmediata: debilidad de Rajoy ante los suyos, tormenta interna y trompetería de claros clarines anunciando el regreso con banderas desplegadas de ya saben ustedes quién, José María Aznar, acompañado de sus más fieles escuderos, Esperanza Aguirre y Zaplana, entre otros próceres del aznarismo. Para que no haya confusión alguna, aclaro que el expresidente de la Generalitat no será candidato de nada. Se gana la vida muy ricamente en Telefónica, entre otras fruslerías y no tiene la menor intención de volver a la política activa; pero a Zaplana le gusta influir tanto como mandar y en Génova sospechan, y mucho, de un Fabra tutelado por el de Benidorm. Hay quien cree, pues, que es mejor evitar la tentación para evitar el pecado. ¿Qué juega, pues, a favor del actual inquilino de la Generalitat? La convicción de la derrota. Para qué mandar al campo de batalla a alguien con proyección de futuro y que fallezca políticamente antes de nacer.

¿Y el resto? Bien y mal, según se mire. Bien porque la izquierda, tras 20 años en minoría en les Corts Valencianes, vuelve a ser mayoritaria. Mal porque encajar todas las piezas para formar un Consell estable va a ser más complicado que resolver un sudoku de los gordos. El PSPV continúa siendo el partido más votado de la izquierda gracias a la existencia de Compromís, que frena a un Podemos que se sitúa en tercer lugar muy próximo al partido de Ximo Puig y cómodamente por delante de la formación que lideran Mònica Oltra y Enric Morera. Esquerra Unida y UPyD se quedan fuera del parlamento autonómico al que accederá Ciudadanos. Por cierto, no se extrañen de que Compromís empiece a marcar diferencias con los podemitas. Los de Pablo Iglesias les comen más terreno (y votos) de los esperados.

Estos son los augurios, aunque siempre hay imprevistos que pueden influir sobre la piezas del tablero. El imprevisto del PP es muy previsible. El 31 de marzo comienza el juicio por el caso Gürtel y sus sesiones se van a prolongar hasta la misma campaña electoral. Veremos hasta qué punto modifica las conclusiones de los sondeos.

El Congreso de Rajoy, en el juzgado

Del aeropuerto de Castelló a las lagunas de Rabassa. Desde Feria Valencia al Palau de les Arts. De las empresas públicas autonómicas a las municipales, sin olvidar las que dependen de las diputaciones provinciales. De la Fórmula 1 a los presuntos cohechos de Enrique Ortiz con el exalcalde Díaz Alperi. La Comunitat Valenciana oficial se vertebra en torno a las sospechas de corrupción, la mayor parte de ellas protagonizadas (mal que le sepa a la exalcaldesa Castedo) por dirigentes populares. Los escándalos, lejos de ralentizarse, se aceleran. De algunos se habla con sordina y de otros ni siquiera se habla. De uno de ellos, del congreso nacional del PP en el que se eligió en Valencia a Mariano Rajoy, se volverá a hablar. Un juzgado de Madrid investiga si el partido pagó el evento o fue un gracioso regalo de Feria Valencia, cuyo patronato preside Rita Barberá. Permanezcan atentos a la pantalla. Y no se pierdan la historia de un dirigente provincial del PP que presume de dirigir su institución como una empresa y su empresa como una familia. Es probable que su afirmación sea tan literal que, en efecto, la institución beneficie a su empresa y esta a su casa. Cosas peores se han visto.

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