Opinión
Joaquín Rábago
El hombre es el único animal que ríe? ¿y la mujer?
ristóteles ya decía que «el hombre es el único animal que ríe». Con permiso, por supuesto, de la famosa vaca del quesito francés o los humanizados animales de las fábulas. Pues bien, esa capacidad de reír en cualquier momento y circunstancia, que es consubstancial con la persona humana, pretende negársela el viceprimer ministro turco Bülent Arinc a las mujeres de su país porque hacerlo en público, argumenta, es «una afrenta a la moral islámica». Esto es algo que justamente subleva, entre otras, a la ensayista y activista laica turca Yasemin Inceoglu, profesora de comunicación de la Universidad Galatasay, de Estambul, que ha enseñado también en centros de Estados Unidos, la India e Italia.
«Los dictadores „ha declarado Inceoglu al semanario italiano L'Espresso„ quieren mantener al pueblo aterrorizado, le niegan la alegría. Y como los hombres que hoy ocupan el poder en Turquía son despóticos y sexistas, es lógico que quieran meternos miedo para mejor someternos». Para la docente turca, las declaraciones del viceprimer ministro turco sobre la inconveniencia de que las mujeres rían en público «no son algo que haya que tomarse a risa». «Sus palabras ilustran perfectamente cómo él y otros varones turcos quisieran que fuésemos: una especie sin ningún derecho. Con su moralismo no hacen sino aumentar la violencia, el estupro y la discriminación de la que son víctimas las mujeres».
Y eso es lo que menos necesita Turquía, uno de los países con un índice mayor de feminicidios, argumenta. Para la activista turca, los políticos y muchos hombres de su país piensan que las mujeres «somos objetos o bien santas creadas sólo para dar a luz a niños a los que educar como fieles perfectos o niñas a quienes encerrar en casa hasta que vayan a la de un marido con quien generar otros hijos». Turquía, dice, se olvida de que ha firmado tratados internacionales que apoyan los derechos de la mujer, el pacto internacional sobre derechos civiles y políticos, el relativo a derechos económicos, sociales y culturales y la convención sobre todo tipo de discriminación de la mujer.
Una conocida política italiana, la exministra de Asuntos Exteriores y excomisaria de la UE Emma Bonino, coincide en que lo que más temen los sectores conservadores en el mundo islámico es precisamente la emancipación de la mujer. La cuestión de los derechos de la mujer es fundamental en esas sociedades: los conservadores consideran «desestabilizadora» la posibilidad de esa emancipación. Aunque no hay que olvidar, dice Bonino, que el tabú del cuerpo femenino es tan antiguo como la humanidad y atraviesa todas las religiones monoteístas. «Se trata de controlar la sexualidad de las mujeres porque se la considera peligrosa y subversiva».
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