Opinión

Francisco Esquivel

La angustia

Mi cuñado Bernardo es un tipo que le cae bien a casi todo el mundo. Pertenece a esa fauna poseedora de un gran sentido común. Es, además, en el lenguaje de aquella otra época, alguien concienciado. Bien, pues este caballero cabal, que recorre sus sesenta y algunos con sangre renovada de la mano de una hija a punto de entrar en la adolescencia, anda completamente perdido de cara a los encuentros electorales que se avecinan. Y lo está porque él, que siempre lo ha tenido claro dentro de su querencia izquierdosa, no sabe para dónde tirar.

Se pone a analizar y percibe que con lo que fue, el pesoe se ha quedado sin sitio. Y si para muchos no va a ser fácil seguir respaldando las históricas siglas, en determinadas plazas es tremendo y, en concreto en la que a él le corresponde, puede llegar a salir urticaria. Desesperado porque el tiempo se le echa encima, el otro día asistió a una convocatoria de Guanyem, de la que salió enviándole el siguiente mensaje a un amigo: «Tenías razón. Para mantener la fe habría sido preferible no haber ido», porque exigente también lo es. Y ahondando en el descontrol, una buena parte del colcholismo „su otro credo„ ha caído en manos de un magnate chino y, claro, siendo inspector de Trabajo comprometido con cuanto le rodea, sabe que la sumergida con la que le ha tocado lidiar es una broma al lado de lo que el gigante asiático irradia. ¿Y Podemos?, dirán ustedes. Se le atravesó desde el primer día y Monedero le dio tan buen rollo como Cristiano. Ya les digo que tiene olfato porque a todos nos gustaría saber con qué ha contribuido a Hacienda el número tres de los puros por su facturación trasatlántica. Son 5 entre la casta europea y ya se les está viendo el plumero. Con tal de retratarse cuanto menos mejor, lo poco que queda para las urnas les viene de cine. Lo contrario que a mi cuñado.

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