Opinión
Xavier Ribera
Reinventarse o reptar
La Comunitat Valenciana vive en proceso constituyente. Después de treinta y cinco años de evolución democrática, los valencianos nos encontramos con que casi nada de lo que disponemos nos sirve. Desde la denominación, Comunitat Valenciana „que no produce frío ni calor„ a las instituciones, los partidos políticos, las organizaciones, los sindicatos, las corporaciones o las entidades intermedias de la sociedad, apenas sobrepasan el rasero de la mediocridad. Si hacemos un repaso de las que están en entredicho vemos que de los tres pilares del poder económico: Feria Valencia vive la situación más caótica de su historia; las asociaciones empresariales pasan por una crisis de identidad agravada por la penuria económica y las Cámaras de Comercio, se salvan por la actualización legislativa que reconoce su representatividad del universo empresarial y que les va a dotar de financiación para atender sus competencias.
La Autoridad Portuaria de Valencia, enclavada en el ámbito de lo público, está en su peor momento. El puerto es la caja de resonancia de la actividad empresarial de su zona de influencia. Es competencia del Ministerio de Fomento y en cualquier caso del Gobierno de España. El cargo de presidente de la Autoridad Portuaria „Gandia, Sagunt y València„ es de naturaleza política porque su designación es exclusiva del presidente de la Generalitat. Depende de Alberto Fabra su nombramiento y su cese. Nadie sabe a qué espera el Molt Honorable para solucionar el colapso con el relevo presidencial de un organismo público vital para la sociedad valenciana. ¿Habrá que aguardar al registro de la policía? Y no se arregla situando en la parrilla de salida al vicepresidente del consejo de administración, Victoriano Sánchez -Barcáiztegui, sin relieve empresarial ni público.
Es hora de tomar decisiones. La regla primordial es que lo privado ha de ser privado y lo público tiene que ser público, sin injerencias extrañas ni confusiones que nos han llevado al mayor declive. Estamos ante un fenómeno de rebordoniment que ya describió Martín Domínguez Barberá en 1958. Poco después fue dictatorialmente depurado. Las cosas han de ser lo que son. El peral ha de ser peral, el manzano no puede dejar de ser manzano y el naranjo ha de dar naranjas. Es posible que el conseller de Agricultura, José Císcar, tan ausente del campo, entienda estas cosas, pero desde su responsabilidad como vicepresidente del Consell no se le ha visto ningún gesto para poner las cosas en su sitio. ¿Castelló contra Alicante?
Las Cámaras de Comercio „cinco en la CV: Alcoi, Alicante, Castelló, Orihuela y Valencia„ se concentran en las tres provinciales. Castelló y Alicante están desfondadas y Valencia, que siempre ha sido más del 50 % de todas ellas, tiene la carga de ejercer su liderazgo para configurar el papel de las entidades económico-empresariales en la CV. Las patronales, por su parte, después del error de compartir la presidencia de la autonómica Cierval con la de Feria Valencia, se hallan enfrascadas en el debate existencial. El descrédito se incrementa con las discrepancias por la carrera de cargos, ligada al entramado de alianzas en la reelección del presidente más gris de CEOE, Juan Rosell, auspiciado por el poder catalán de Caixabank, Foment del Treball Nacional y su líder, Joaquim Gay. La operación frente a Femeval (metal) y al margen de Coeval (Vall d´Albaida), ha dado como resultado una vicepresidencia para José Vicente González (Cierval) y un puesto en el comité ejecutivo para Salvador Navarro (CEV). Los empresarios valencianos se preguntan: ¿Y ahora qué? ¿Vendrá de Madrid o de Barcelona la solución a nuestros problemas?
El País Valenciano ya tuvo que relanzarse después de la guerra civil en 1939, cuando cayó en el lado de los perdedores. Entonces no se salvaron ni las organizaciones, ni las entidades, ni las instituciones ni la prensa: no sobrevivió ni un periódico. En esta etapa de renacer democrático, la Comunitat Valenciana ha perdido puestos en el conjunto de España y de Europa. Primero los dirigentes empresariales cayeron en la tentación de ejercer, de la mano de Luis Espinosa, Pedro Agramunt o Federico Félix, como contrapoder frente a la presidencia socialista de Joan Lerma y después como correa de transmisión con las presidencias conservadoras de Zaplana, Olivas, Camps (estos dos últimos procesados) y Fabra. Una estrategia errada que estamos pagando.
El periodista Martín Domínguez lo explicaba así: «Quien ama el peligro perecerá en él. Y quien ama la poltronería y la rutina se destruirá a sí mismo. Los pueblos que se refocilan en el clima de fiasco de sus hijos más audaces, andarán de fiasco en fiasco, sin más alternativa que despedazarse en contiendas anárquicas o tirar adelante resignadamente, ofreciendo el cuello al yugo de los bueyes de carreta». Una generación se ha equivocado y la siguiente se tendrá que reinventar.
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