Opinión
Gustavo Zaragoza
Política de plató
Asistimos a un cambio radical en la forma en la que los ciudadanos se aproximan a la política. En un primer análisis parece que estamos frente a un avance en trasparencia gracias a que la política se ha colado en los espacios televisivos de mayor audiencia y se ha convertido en un importante atractivo a la hora de fidelizar espectadores.
Pero esta fórmula de política espectáculo tiene sus riesgos. En primer lugar, la necesidad de llevar el debate al límite para que siga despertando el interés de los telespectadores, un día tras otro. Para alcanzar este objetivo pagamos una serie de peajes. Como primera consecuencia, los partidos políticos están profesionalizando a sus actores televisivos, presentando a jóvenes atractivos que exhiben su mejor sonrisa y la acompañan con argumentos acordes a unas líneas ideológicas que le sirven como imagen de marca. Por tanto, un cambio es la telegenia como elemento determinante para la participación política, acompañada de juventud y capacidad de respuesta dialéctica.
Pero ahí no queda todo. Se reproduce miméticamente, semana tras semana, un formato que responde a un guion según el cual se han ido configurando distintos temas sobre los cuales los tertulianos se van a enfrentar en la arena de los platós. Estos nuevos gladiadores acuden con el casco y el escudo preparado en su organización. Las respuestas se repiten miméticamente, eso sí, con la rotundidad y con el énfasis necesario para hacer creíble un razonamiento que no tiene nada de fondo. Consiste en articular discursos vacíos de contenido, lo relevante son las formas.
Interesa analizar como el representante de una de las opciones ha puesto en evidencia al contrario o como ha salido invicto a pesar de tener como enemigo de la semana a la fiera de siete cabezas. Para que el espectáculo esté garantizado se suelen repartir temas conflictivos entre todos los representantes de las opciones políticas. Al tener cada partido un público fiel que sigue a sus guerreros se ha garantizado una cuota de pantalla a muy bajo coste de producción. Desgraciadamente, nada nuevo bajo el sol; responde a la misma carátula que ha servido como guía de este tipo de enfrentamientos televisivos en tertulias en las que se discuten temas menores. Igualmente cocinados, con víctimas y verdugos en el propio plató sometidos a un cruce de andanadas dialécticas que conforman el espectáculo.
Posiblemente los principales perdedores en esta fórmula son los ciudadanos y la política en mayúsculas que en escasas ocasiones tiene presencia, ya que los temas relevantes no se tratan, o se hace de manera muy superficial. Para cerrar el círculo, las propias cadenas ofrecen, periódicamente, sondeos electorales en los que suben y baja como valores de bolsa, según el resultado de su impacto mediático, las distintas opciones representadas en esta combinación entre el ágora y el circo romano.
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