Cambio climático y turistas del futuro

En Fitur, el «sancta sanctorum» del turismo nacional e internacional se ha hablado de cambio climático. Por lo general, el sector habla de lo que le interesa, no de lo que otros creen o dicen que le importa. Y a muchos empresarios españoles les preocupa y mucho el cambio climático, conscientes de que sus inversiones y su planificación pueden estar en riesgo. Lo decíamos la semana pasada en relación a los proyectos para abrir estaciones de esquí en la Comunidad Valenciana: el primo de Rajoy puede decir lo que quiera, pero si los empresarios no lo ven claro, o blanco de nieve, no van a invertir.

Ayer, la directora general de la Oficina Española de Cambio Climático, Susana Magro, se reunía con representantes del sector. El ministerio de Agricultura y Medio Ambiente ha financiado reformas en los hoteles para reducir su huella de carbono y, por tanto, su consumo energético, y promueve, entre otras iniciativas, el proyecto Cambio Climático en la Costa Española, que analiza el impacto proyectado del cambio climático sobre el turismo de sol y playa «en las áreas más representativas del litoral español». Magro anunció que actualmente se están evaluando los impactos, la vulnerabilidad y adaptación al cambio climático en los distintos segmentos del turismo en España y en ámbitos pilotos como, por ejemplo el turismo de nieve. Se palpa la preocupación. El debate ya no es sobre el turismo de sol y playa, el cultural, el del interior, el de calidad o... sino sobre si hará demasiado sol y menos playa y el turismo se irá a lugares menos masificados que antes eran fríos e inhóspitos y que ahora, con un par de grados más y sin tanto chiringuito y apartamento, resultan lo más parecido al paraíso.

Un buen ejemplo de lo que se avecina es el anuncio de que ya es posible hacer un crucero por el Ártico. Adiós Barcelona, Génova y el Pireo. Bienvenidos al círculo polar.

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