Opinión
Baltasar Bueno
Una quincena de toros y las "tradiciones más litúrgicas" a san Blas
Desde el 31 de enero hasta el 15 de febrero, Gestalgar „antaño Xestalgar o Chestalgar„ es un maremoto de fiestas en honor a San Blas, considerado en todas partes como especial protector contra el mal de garganta -el patrón de la Villa- y las Santas Reliquias.
He reconocer que es un atrevimiento hablar de Gestalgar cuando tiene el pueblo del Conde de la Alcudia y la Condesa de Almodóvar un escritor patrio de cabecera muy importante, Alfons Cervera, a quien me veo obligado a pedirle la venia por la osadía de esculpir palabras sobre tu patria natal, seguro que me la dará, al tener ADN Gestalgar en mi biohistoria, por ser de allí mi abuelo materno, arriero del caolín, de quien heredé nombre, Baltasar, y el segundo apellido, Tárrega.
Por ello siempre me ha subyugado La Serranía y este encantador pueblo, que se despliega señorial abriendo los brazos a quienes llegan desde Valencia, bañado por el Turia y asentado a caballo de cerros, que le enaltecen más si cabe por sus intrincados paisajes, habitados por unas gentes que estos días tiran la casa por la ventana en fiestas que se prolongan quince días, para luego conectar con los carnavales, convirtiendo la población en un volcán en fiesta todo el mes de febrero.
San Blas -a quien le cantan en sus Gozos: «A vuestro altar acudimos/ con sincera devoción,/ siempre en vuestra protección/ confiados estuvimos;/ que nos libréis, os pedimos,/ de todo mal y pecado:/ pues al demonio malvado/ vuestra protección espanta,/ en los males de garganta,/ sed, san Blas, nuestro Abogado/»- es el centro de la fiesta, que comienza en su víspera, el día de la Candelaria.
Paralelamente al cumplimiento de las preceptivas Misas, traslados, procesión, reparto de la velica, bendición de panes -«las tradiciones más litúrgicas»-, variedades, baile y la cena de torta de taja en la plaza, la Peña Taurina se desfonda con los bous al carrer, desmontando el mito de que lo taurino es costumbre exclusiva de los pueblos del llano, del litoral. En antiquísima costumbre, recortadores, rodadores, bou embolat, toro en cuerda, concurso de ganaderías, desafío nocturno, vaquillas, ? conforman un apiñado carrusel festero con el que Gestalgar abre el año y el santoral en la zona, que sólo pueden aguantar los naturales del lugar.
Son sus fiestas indicador del vigor y la vitalidad de este pueblo, con gentes amables y hospitalarias, avanzadas siempre a su tiempo, como nos indica el hecho de que el año 1913, precisamente en febrero, pusieron en marcha un «salto eléctrico» aprovechando los caudales del río Turia, «magnífica obra de cemento armado», instalación que hacía discurrir el agua, cuenta un cronista de la época, «por un canal de 750 metros desde la presa y a través de un túnel de 400 se gana un desnivel de 8.70 metros y las aguas mueven dos turbinas de 215 revoluciones por minuto y que cada una desarrolla 687 caballos de fuerza. Acoplados a ellas hay dos alternadores trifásicos de una capacidad de 515 kilovolt-amperios y 50 períodos por segundo».
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